Sin duda,era la noticia que algunos aficionados esperaban tras el penalty errado por Farinós ante el equipo vigués. Tras errar uno de los dos penas máximas ante el CD Numancia, aquel en el Nuevo Arcángel y, por último, el sábado pasado. El domingo, en entrevista a la periodista de La Verdad/Las Provincias María José Miralles-y publicada el día siguiente-, dejaba la papeleta a otros compañeros para tirar desde los once metros.Hoy comenzaba en otro medio esa operación penalty para determinar quien coge el relevo. El denominador común entre los jugadores entrevistados era que la decisión la debía de tomar el propio entrenador para determinar quién debía de tirar la pena máxima, a partir de ahora, salvo sorpresa porque el entrenador logre convencer al valenciano para que siga lanzándolos y tranquilizando para que se olvide de historias. En caso de no convencer a Farinós, los otros compañeros no ponen más pega que un simple criterio para elegir al lanzador. Aquello de que coja el balón quien tenga confianza es un poco aleatorio. Sendoa, Abraham Paz, Delibasic salían en la noticia pero hay una opción, aunque intermitente, como es el caso de Cristian que, ausente Farinós en Albacete, marcó el gol de penalty y que supuso el gol del empate y abrió las opciones a la victoria. Delibasic no ha sido lanzador en el Hércules, Abraham Paz no ha negado su opción de tirarlos pero tampoco se le ve con mucho interés por lanzarlos después de "aquello" mientras que Tote o Sendoa han mostrado luces y sombras desde los once metros, sobre todo el madrileño que ya falló algunos. Todos rodean al valenciano para apoyarlo y darle confianza; el mejor modo es no colocarse como tiradores mientras que el jugador aún sigue fastidiado por un penalty errado.
Tirar una pena máxima no es fácil. Marcar el gol es algo tan lógico y evidente que pocos valoran el tanto y lo daban por hecho; errarlo supone que se siembre, a veces injustamente, ciertas dudas. Si ese penalty errrado supone un gran palo, ni os cuento lo que llega a dañar al jugador aunque, tarde o temprano, se acabe recuperando. Para muchos de mi generación, el "penalty" por autonomasia fue el de Djukic en el último minuto de aquel Deportivo de la Coruña-Valencia CF en la última jornada de aquella competición 93/94. Más cercano en el tiempo...y en el lugar, está el penalty de Abraham Paz cuando vestía de amarillo en el 2008. Esos penaltis son más duros por cuanto se tiende a no perdonar el fallo hasta el punto de que esos jugadores sienten, por dentro, el amargor de que alguien le recuerde a la cara aquellos momentos. ¿Confianza? Nadie está dentro de un futbolista para saber cómo tiene la confianza; se suele decir que son profesionales y deben estar cuando se les reclama pero la confianza es la que va a darnos sus probabilidades de acierto y fallo. Hay gente que no se atreve a lanzarlos por recordar nefastos recuerdos y al que, "exigir" que dispare va a suponer que las probabilidades de errar sean considerables; también hay otros que se lo toman como una revancha(¿se acuerdan de aquel día en el que Martín Palermo falló tres penaltis en el mismo encuentro?) y donde la afición reprocha que el jugador siga tirando a pesar de fallarlos. El lanzador de penalty debe tener confianza en sí mismo y sólo él sabe si está en condiciones de lanzarlo; forzar a algunos a disparar sería un error y criticar al que falla e injusto salvo que se dedique a realizar frivolités con resultados igualados.
Por mi parte,no me queda más que dar ánimos a Farinós para que siga disparándolos y, sobre todo, que mantenga su tendencia a tirarlos como hasta ahora. Y también darlos al valiente que lo tire a partir de ahora si Farinós no lo desea.
Apunte Se suele decir que el fútbol y la empresa no son ONG y que si hay que recortar gastos, mejor. Sin negar que lo más interesante es evitar gastos desmedidos, hay que pensar en los detalles. La última historia que ha aparecido ha sido dejar en la estacada a la familia Ros, muy conocida por su herculanismo durante generaciones, y que realizaba funciones de colaboración en el palco. Dejarla por ahorrar unos euros, olvidando que allí estuvo mientras otros no aparecían para servir en las épocas malas es una pequeña gran injusticia.Pequeña, porque el ahorro en un presupuesto que habla de millones de euros es mínimo-sobre todo, cuando luego se habla de primar a los jugadores por ganar-; y gran porque, a veces, los detalles definen más que las grandes obras.