martes, enero 29, 2008

Debates sin solución

Tras el pitido del colegiado castellano-leonés Llorente Caicedo-otro más para la lista negra de la historia herculana- se abrió un debate sobre la mejor solución a este tema tan nefasto como es el arbitraje. No me refiero al problema en sí, pues muchas veces me he pronunciado sobre la manera de arreglar el tema recurriendo a los medios técnicos, negándome a aceptar los argumentos seriamente infantiles de otros colectivos. Ni la profesionalización tan añorada por algunos- menuda manía en apelar algo ineficaz- ni “la polémica es necesaria” son las soluciones; la primera porque los fallos arbitrales no son tales de conocimiento de reglamento-a lo sumo, la rigurosidad que utilizan determinados “novatos”- sino de poca apreciación de la jugada; a ello, se le une a algunos una cierta subjetividad que provoca que acaben favoreciendo a ciertos equipos sólo por “temor mediático”, por no hablar de la fatídica “ley de la compensación”, método para fallar doblemente; para dichos colegiados, este sistema les ayudaría a “escudarse” en las imágenes repetidas para acertar en las decisiones. Para los que “hablan” de que la polémica es sana y viene bien para el fútbol, ésa es otra burda mentira, apoyada por ciertas imágenes: el fútbol americano recurre a estos sistemas técnicos y la SuperBowl no es una final sin interés. Esa frase insiste además en una faceta peligrosa del arbitraje: creerse el centro del mundo. No. El colegiado, como ellos desean acerca de Inglaterra, debe pasar inadvertido pero los de aquí tienen una predilección especial para ser protagonistas…y esa frase, insisto, no les ayuda; para estos árbitros, la solución pasa por dejar el arbitraje pues no soportarían que un monitor les privara de su ansiado protagonismo. El fútbol ha alcanzado tal grado de importancia que no se puede permitir, por ejemplo, que la liga pasada se hubiera decidido por un gol con la mano de forma flagrante.

El debate a tratar es la “reacción” que se ha de tomar tras tardes como la del domingo pasado. En sí, hay una primera diferenciación: protestar o no protestar. En ese caso, el club tiene la opción de dejarlo pasar o bien reclamar para que no vuelva a ocurrir- ahí depende si se cree en “al final te quitan como te dan”- porque se juega mucho la S.A.D. para permitir que estos colegiados tomen decisiones sin ser responsables de lo que supone cada decisión arbitral-; en caso de tomar la decisión de protestar, el objetivo es saber el destinatario de la queja: no hacer ruido reclamando en la propia Federación- donde se limitarán con la vulgar palmadita en el hombro y “tranquilizar” pero sin tomar la solución- o hacerlo ante la Prensa local, regional o nacional. En este aspecto, la duda es acerca de la efectividad de tal medida a corto y medio plazo: a medio plazo se habrá olvidado pues habrá por medio alguna “ayuda” que minimice el enojo; a corto plazo, se presume de todo: desde el enfado del árbitro de siguientes jornadas por ponerle en un problema basado en que si pita a favor, el entrenador rival protestará… hasta una atención mayor de los medios que, de repetirse la “afrenta”, la recordarían con mayor fuerza(recuerdo que estoy hablando en general aunque la mente puesta en el próximo Hércules- Granada 74). Hace años, hubo un presidente que apelaba eso de “el que no llora, no mama”…pero también una presidenta que se quejaba amargamente: el resultado fue opuesto porque, como decía en el primer párrafo, está el “terror mediático”)y eso hizo que no se sepa si es bueno protestar o no. Sobre el Hércules, ignoro cuál es la solución a este dilema pero espero que acierten y se noten los resultados a partir de la próxima jornada. Mientras tanto, a esperar la utopía en forma de presidente de la FIFA- no será Blatter- que tome la decisión de tomar la solución correcta.


Apunte Ya es mala suerte pero este Hércules bate records a golpe de efecto. A los pocos días de escribir aquel artículo acerca de la supuesta estabilidad lograda bajo los palos, Aragoneses era apartado e invitado a salir. A falta de un día para fichar, Juanma y Calatayud eran nombres que tenían sus pros y contras.