Será verdad, al final, eso que dicen de que las Meigas no existen, pero haberlas, haylas. No se esfuercen, no hay otra manera de entender el doloroso empate en El Ejido. Al igual que hay equipos y entrenadores sobrenaturalmente infranqueables, también hay campos que lo son, y el Municipal de Santo Domingo hace ya unos cuantos añitos que forma parte de esa galería de gafes. Son cosas que no se pueden entender,
Podríamos hablar durante horas sobre la yuxtaposisión de los jugadores (leer con acento argentino) o de si la abuela fuma (vicio poco recomendable, pero a su edad, quién va a osar decirle nada). Que no, todo inútil. Que estos partidos me los sé yo. Son de estos que está todo a favor, mucho uyyy...ayyyyy.... pero a la puñetera pelotita no le da la gana de entrar, y al final del partido te das cuenta de que, teniendo suerte (ironías del destino) te has quedado igual que al principio; en el peor de los casos acabas perdiendo el partido. Que me lo digan a mí, que para eso soy merengona y he vivido tardes- noches de esas en las que había algo más que tres puntos en juego.
Y lo de fallar penaltys ...sucede en las mejores familias...aunque da rabia que se hayan sido dos en el mismo partido. Yo aún recuerdo una final que jugó la selección española sub-21, Raúl, e Iván de la Peña como rostros más conocidos, tanda de penaltis...no hacen falta más pistas para saber quiénes fallaron, mi Van Nistelrooy los falla a espuertas... en fin, es una lance que cabe dentro del juego.
Lo peor de todo, y lo entiendo, es la sensación que se palpa de que cada vez que el Hércules tiene la oportunidad de coger a la cabeza, acaba tropezando con el obstáculo más tonto y no acaba de llegar, quizás cambie la suerte más adelante.
El próximo domingo, el Hércules tiene la oportunidad de acallar su conciencia frente a un Málaga cuyo globo parece que empieza a deshincharse, y tal vez no me equivoque cuando digo que el peor enemigo del Hércules esa tarde ...va a ser el mismo Hércules.