jueves, octubre 25, 2007

Rachas

El fútbol, como todos los deportes, contiene un componente humano que se escapa a demás personas que, por lo general, no están tan al tanto de lo que ocurre en el interior de un vestuario: un estado de ánimo alto hace que un futbolista rinda; por el contrario, un estado bajo hace que el futbolista(o cualquier deportista) decaiga o, al menos, intente hacer las cosas más sencillas, esperando ir recobrando la confianza para probar cosas que ayuden a mejorar los resultados del equipo. El deportista-y más si es de equipo- necesita de un entorno deportivo que ayude en sus malos momentos o que él aporte cuando está en sus mejores momentos. En muchos aspectos, ese es uno de los factores de éxito de un conjunto: esa unión, esa “piña” de la que tanto hablan los deportistas de equipo, consigue que cada miembro esté cómodo y rinda al 100%; por el contrario, si un vestuario está roto cada uno va por su cuenta y es donde se percibe, incluso, el estado de cada jugador pues no hay colaboración entre los deportistas y se ve las grietas del grupo en el propio juego. En el aspecto personal, un futbolista requiere de la confianza para probar nuevas cosas que sirvan al equipo para lograr sus objetivos; de no tener esa confianza, la buscará poco a poco con jugadas más sencillas pero, a su vez, pueden ser erróneas, lo que le pueda bajar el ánimo si no logra sentirse importante. Porque, en parte, ese el deseo de un futbolista dentro de un conjunto: sentirse válido, líder de un proyecto.

En ese sentido, quisiera comentar los primeros pasos de Blas Pérez con la camiseta blanquiazul. Aunque el inicio se puede catalogar de bueno, sus ocasiones fallidas ante el Racing de Ferrol han hecho que la gente se pregunte por esos errores, no con ánimo crítico sino de curiosidad. Blas no es un delantero cualquiera. Llegó con unas expectativas grandes- en parte alimentadas con sus goles con el Cúcuta y con su selección durante la Copa Oro 2007- tras el fichaje con el Hércules. Sus tantos tenían una gran virtud: los marcaba de casi todos los tipos, es decir, se notaba que tenía(y tiene) grandes recursos ofensivos. Los partidos de pretemporada aceleraron una adaptación al gol en Europa más rápida de la esperada. El gol ante el Xerez vino en el mejor momento para el panameño: rompía rápido esa tensa espera del gol. El segundo tanto personal del centroamericano se logró en una jugada buena en la que recuperó el balón en el centro del campo, pasaba a Tote mientras avanzaba hasta el área grande donde recibe el balón devuelto por el madrileño y batía al portero soriano. Dos goles son pocos pero no lo es todo: fue objeto de penalti y expulsión del rival ante el Tenerife, fue el artífice en el empate de Tote en Salamanca e, incluso, Sendoa hubiera podido marcar el segundo gol ante el Racing de Ferrol, etc. El trabajo que realiza es práctico( ha recuperado más de un balón en el centro del campo e iniciar así el ataque herculano) pero, en su interior, necesita esa confianza que hubiera hecho que se decidiera por otro tipo de disparo más eficaz y haber batido a Piña. En el momento en que se libre del corsé de necesitar goles, marcará como lo hacía en Sudamérica. Por el momento está tratando de ir ganando en confianza. Muchos delanteros en Alicante han tardado quizás un poco en “arrancar” pero luego acaban triunfando; el panameño ha estado desde el primer minuto con una predisposición para el éxito y ese el resultado que debe verse en el delantero.

Apunte Santiago Cañizares ya se ha encontrado con su sucesor. Ni Mora, ni Palop, Timo. Lo digo porque los goles que recibió ayer el de Puertollano es la gota que colmará la paciencia de los aficionados valencianistas…y con razón.