Ayer, la afición herculana se levantó sorprendida por la noticias aparecida en el diario INFORMACIÓN, según la cual, los Roig tendrían pensado la renovación de Mandiá por tres años. En sí, lo inexplicable viene de varias ideas preconcebidas: la primera consiste en que se esperaba que fuera Alfonso Roig el que se hubiese planteado un supuesto cese en función de la trayectoria de su padre cuando dirigía el Valencia, pero es Botella el que duda de esta idea; en segundo caso, los Roig llegaron y, poco después, ven como su sueño de subir se va esfumando con lo que se presumía que se irían a por el entrenador gallego; en tercer lugar y definitivo, porque los resultados y el divorcio con cierto sector de la afición hacían muy arriesgada una "unión" por un período tan largo de tiempo. Quizás, la idea sería plausible si el período fuera de un año y con la intención de que ciertos jugadores no vieran la posibilidad de "poder hacer la cama", una vez que ha salido a la prensa cierto descontento de varios jugadores. Los últimos años nos han mostrado partidos donde el entrenador ha estado en la cuerda floja y el equipo, o se ha conjurado para salvarlo- aquellos famosos ultimátums a Miñambres que se resolvía con el mejor resultado posible-, o para condenarlo- el patético partido jugado contra el Pájara y que supuso el cese inmediato de Álvaro Pérez- sabiendo que una derrota significaba el cese de un entrenador. Sería un apoyo interesante pero es un momento en el que una renovación sería excesiva.
Mirando más allá del tema del Hércules, un período tan largo de tiempo tiene sus ventajas y sus inconvenientes pero hay una cuestión por encima de las demás: la personalidad del entrenador. Hay que ver muchos factores para arriesgar en una contratación/renovación por tan largo tiempo: trayectoria deportiva y personal, actitudes ante momentos determinados que, más o menos, darán una visión de cuál será su reacción, trato con jugadores, afición y cuerpo técnico, etc. Hay técnicos en los que se puede confiar porque se sabe que su reacción no será vengativa ante el club que los ha contratado, pero hay otros a los que se les ve venir de lejos. Los capítulos "Bianchi" y "Luxemburgo" han enseñado que es peligroso contratar técnicos de los que no se conoce más faceta que su palmarés y se encuentran con una persona que no ha logrado nada en el Atlético o en el Madrid pero que se lleva una cantidad de dinero que supone una sangría, si lo comparamos con el rendimiento generado; es cierto que es un contrato se ha de cumplir pero tampoco es cuestión de "cerrarse puertas": unos exigen hasta el último céntimo mientras otros aceptan no cobrar más allá de lo trabajado o, a lo sumo, reclamar ese año que, por culpa del colegio de entrenadores, les impide entrenar en otro equipo. Afortunadamente, Mandiá ha dejado clara su intención que, de renovar, sería temporada a temporada, con lo que se esperaría que su respuesta a esa propuesta sería negativa. También es un riesgo grave renovar sin el visto bueno de la afición, como se pudo ver en la escasa afluencia de aficionados que se abonaron en el inicio de la campaña 2004/05, cuando la gente no estaba dispuesta a abonarse por estar Granero en el banquillo. Ahora no es el tiempo de propuestas como ésta sino de apoyar. Cuando se llegue a un final de temporada de forma relajada, que se vea si es necesaria su continuidad o la contratación de otro entrenador pero, por ahora, no es necesaria tal medida.
Apunte El vestuario se desmadra. Ahora es David Navarrete quien se ha mostrado enfadado por no entrar en la convocatoria para el partido ante el Málaga B. Además de él, en los últimos días se une la "rajada" de David Valle y la decisión unilateral de Jordi Martínez de dejar el Hércules para recalar en el Sant Andreu.