martes, enero 03, 2006

Paradojas del destino

Tras una intensa campaña electoral, que en España dura más de los tradicionales períodos de dos semanas previas al día de la elección, Angel María Villar salía elegido a pesar del poder mediático de Gerardo González Otero, puntal tras el cual el equipo deportivo de la Cadena SER, liderado por José Ramón de la Morena, intentaba apartar al actual presidente de la Real Federación Española de Fútbol. De nada valió todo el esfuerzo de destapar casos de corrupción, reírse del propio presidente con intención de mostrarlo como un monigote, etc. Villar se encontró con una victoria que ni él mismo creía, cuando ya estaba sin esperanzas de alcanzar los veinte años en el poder del fútbol nacional. Ni siquiera hubo un tercero con poder que arrastrase los votos de los que dudaban entre dos personas que, cosas del destino, habían sido como uña y carne en años anteriores hasta su ruptura profesional; Sebastián Losada no recibió voto alguno y su apodo de "el pipiolo" cuando jugaba en los terrenos de juego, le pesó de cara a ser alternativa de poder. Aquí, en Alicante, recibió el apoyo entusiasta del mandatario alicantinista, Antonio Solana, pero no así el de Ortiz y Botella, que votaron a Villar, pero que, ni siquiera, hicieron campaña por el vasco y sólo le votaron, como cualquiera que deposita su voto en la urna y que responde o no si se encuentra con un encuestador. El apoyo desmedido del presidente alicantinista era como una apuesta a "doble o nada", que acabó en lo segundo. Alguna duda surgió sobre si fue tan necesario expresar públicamente el respaldo hacia el "aspirante". Las "bolas calientes", algo que es difícil de negar según se observa en diferentes sorteos, colocó al Alicante en el "grupo de la muerte"(Rayo Vallecano por su "nombre" y Lorca, por ser un cuarto emergente y en racha) y alguno empezó a creer en que aquella historia de las elecciones a la presidencia de la Federación Española de Fútbol había colocado al Alicante la etiqueta de "maldito". Un "fantasma" que les obligó a frenar, a última hora, aquella decisión de denunciar a la federación por la chapuza de la Copa del Rey y la indemnización. No era cuestión de seguir siendo un "rebelde" para los de Villar.

Ahora, el destino se gira hacia el Hércules salvo que Ortiz & Botella se unan para frenar las intenciones de Roig de colar a sus amigos. La noticia surgió por el interés del valenciano de recuperar al "aspirante", al que conoce de su periplo de delegado de la selección española, y colocarlo como director general del conjunto herculano. No es que eso suponga un perjuicio visible. No es que se afirme que si llega Gerardo nos vayan perjudicar con las decisiones arbitrales pero tampoco es que el susodicho vaya a suponer mejores "armas". Para eso hay que volver a recordar aquellas elecciones donde no había verdadera opción: votar a Gerardo o a Villar era, en términos populares, "el mismo perro pero distinto collar. Sí, las promesas electorales eran diferentes pero la personalidad de Gerardo, su manera de salir de la Federación tampoco es que le mejorase la imagen. Su cruce de acusaciones con Villar fue el inicio de la lucha electoral; esos anhelos de transparencia, diálogo y eficacia antes de la elección cayeron en saco roto. El Hércules supondría su regreso a la vida futbolística tras el fiasco de unas elecciones en las que no venció a una persona que, en cualquier país, ya habría caído en las urnas. No es cuestión de su posible gestión sino que los otros dos accionistas mayoritarios- insisto, es fundamental una pinza positiva entre los artífices del regreso a 2ªA- no se encuentren con que el otro accionista va colocando a su gente en la gestión del día a día.

Apunte Siempre es fundamental buscar el visto bueno del entrenador y cuerpo técnico a la hora de cerrar los fichajes. De poco vale saltar al entrenador gallego si es él el que decide el once que jugará. El domingo se resolverá la duda pero, por ahora, Mandiá parece decantarse por Sergio Sánchez. Y si Moso se recupera para mediados- finales de enero, Schmidt podría acabar viendo los partidos desde su asiento de la tribuna.