Si no se puede ganar, que se sume. El Hércules tuvo sus ocasiones, no muchas, ante un rival que había empatado seis de los diez últimos partidos. En esa tesitura, casi era más normal que acabara en "X" el encuentro contra los almerienses. Y eso que Míchel tuvo ese par de ocasiones en las que tuvo ese esférico que envió fuera con intención de colocar cuando la afición deseaba enviar. El encuentro quizás no tuvo la intensidad que se esperaba. Las defensas acabaron imponiéndose a las delanteras, no teniendo mucho trabajo Falcón y Esteban. Sólo esa última ocasión final pudo haber desnivelado el marcador pero estaba visto que iba a acabar con una igualada que estaba siendo evidente y justa. Al igual que el partido de hace dos semanas, el asunto era ver al equipo en partidos similares a los que se podrían ver en un hipotético play-off.
Posiblemente, el equipo comenzó el partido con cierta tensión de toda la semana cuando se tiene enfrente a Leo Ulloa. En sí, muy poco se le vio al argentino sobre el terreno de juego, sólo se ocasionó peligro en algún lance de una defensa que estaba nerviosa en el inicio del encuentro y abusaba del centro a Falcón. En sí, la primera parte pudo haber acabado 1-0 de haber estado acertados y se hubiera visto, quizás, otro partido. En la segunda parte, el encuentro se fue apagando por momentos. Se veía que si llegaba un gol, tendría que hacerlo a balón parado, en algún saque de esquina o una falta. Pero la diferencia con la primera parte es que el balón ya fue más rojiblanco.Sin atosigar, alejaron a los jugadores blanquiazules de la meta de Esteban.
Se fue Esteban Vigo con su punto, sin ganar como se podía temer por parte de los que creían que, tanta burla por su ineficacia de vencer a domicilio con el Hércules, se podía volver como un boomerang. Ahora, la mirada toca dirigirla hacia la ciudad del Pisuerga, de José Zorrilla.
Apunte Muy entretenida parece la última jornada de liga que espera a los aficionados a los que gusta el fútbol; muy sufrida para los seguidores de esos equipos que van a estar con el transistor(una vez más, la ilógica de los que no quieren marcadores en los estadios) pendientes de lo que ocurra con los rivales.