Incredulidad. Es la palabra que más congeniaba con mi estado de ánimo al escuchar las críticas que un locutor deportivo lanzó por su boca contra Agassa por el fallo que tuvo en el 1-0 logrado por el polaco Frankowski. De repente se pasó de hablar de un portero seguro a lamentarse de repetirse la historia del año pasado como si Agassa se pareciera a Sergio Sánchez. De repente, nada valieron los dos partidos sin recibir gol, la firmeza por alto o los penaltys parados; con ese gol los fantasmas según el comentarista volvieron como si fuera comparable el caótico año pasado y el comienzo de éste. Al parecer, un fallo que no fue menos grave que el de su compañero tinerfeño- aunque el resultado fue el gol-, le hizo recordar años anteriores cuando las palabras anteriores a ese gol hablaban de seguridad, de que este año no sería como el anterior. En definitiva, la queja consiste más en lamentar la actitud relativista de opinar en función del marcador en vez de las sensaciones. El gol inicial del Tenerife podría hacer considerar la mala suerte, de cómo desaprovechar una primera parte para elogiar con las ocasiones de gol que, aunque no entraron, existieron y eso es lo que importa. Apenas se elogió la capacidad de reacción a la hora de remontar el 2-0, si bien, para no caer en optimismos, lamentar el último cuarto de hora donde estaban fundidos físicamente y psicológicamente- falta de ideas ofensivas aunque coincidiera con la presencia de Moisés- y se careció de punch. Jugando así será factible lograr más victorias fuera del Rico Pérez.
Pero este artículo va encaminado a ese puesto terrible como es el de portero, una posición ingrata en un equipo de fútbol. Es un puesto terrible de cubrir por varios motivos: no hay polivalencia que valga(mientras que cualquier jugador puede ocupar varios puestos, el portero sólo ejerce esa posición), sólo puede jugar uno(casi todos los equipos mantienen al portero titular durante la temporada), es un puesto que requiere una gran mano a la hora de contar con el portero(dejar fuera a un portero es una decisión más dura que a cualquier jugador de campo), el lucimiento es más complicado al del delantero(cuando para un penalty se dice que es más fallo del delantero que mérito del portero), etc. Las "cantadas" o errores de los porteros tienen la gravedad de quien es el último hombre antes de que el balón traspase la línea de meta y no puede equivocarse. El fallo de Agassa, más propio de unas dudas sobre coger el balón o no acabó con el esférico en la bota del polaco, fue uno más de los tantos que hubo anteayer. Sin embargo, anular todo lo bien que había hecho en las semanas anteriores por un error así sería como para dudar de todos los porteros que, a lo largo de su vida, han cometido fallos garrafales y negarles el elogio de otros partidos. Pero parece que eso no sólo ocurre en Alicante sino en toda España. Al fin y al cabo, Arconada se retiró con la mancha de esa final en París en el 84, Zubizarreta por ese gol de Nigeria en el Mundial del 98 o Casillas con ese fallo ante Serbia en el Calderón tras una salida inecesaria.. De Agassa veremos algún fallo más pero negar la seguridad que hay en los saques de esquina, balones por alto y faltas en comparación con el constante suspiro del año pasado con Sergio Sánchez sería una mayor injusticia.
Apunte Si ya comentaba el domingo pasado que el fallo del colegiado del Trabzonspor - Osasuna, al acceder a dar validez a un saque de esquina con el balón en movimiento, demostraba que los árbitros europeos eran peores que los españoles, el asistente de línea y el árbitro(más culpable todavía) del Almería-Cádiz mostraron la peor cara señalando como penalty una falta seis metros fuera del borde del área. Por cierto, quien haga referencia al título de este artículo en referencia a los colegiados les diré que se resuelve con algo sencillo: medios audiovisuales para tomar las decisiones correctas antes que hacer revivir a un equipo muerto como era el gaditano tras el 2-0.