jueves, abril 13, 2006

Un jugador que no tiene precio

Ya había estado en Segunda con el Mallorca B y con el Córdoba pero regresaba a la categoría de bronce para jugar en el Fuenlabrada cuando un Hércules en crisis le contrató para sacar las castañas del fuego. Junto a Kikín, Mario y Chiqui llegó cuando el cese de Granero era un clamor de la afición tras cuatro derrotas consecutivas en casa. No le costó hacerse con la titularidad gracias a su polivalencia. Su primera gran demostración de lo que sería capaz de hacer llegó en un encuentro ante el Villajoyosa en un encuentro de marcado sabor provincial y emotivo por la presencia de Borge y Arregui; en los primeros minutos, una falta ladeada fue ejecutada de forma directa por el madrileño. En la temporada siguiente fue uno de los grandes responsables en la gesta por el ascenso. A sus goles en competición liguera(por ejemplo, aquella falta directa al Girona) se unieron otros tres goles en momentos muy importantes de la promoción de ascenso, especialmente el tanto marcado en Ceuta aunque el más elegante fue en Alcalá cuando la falta lanzada con muy poco ángulo daba con el poste de la portería y entraba besando las redes. Fue, por tanto, uno de los puntales del ascenso y uno de los más apreciados por la afición junto al valor de Carlos Pérez, la seguridad arrolladora y extrovertida de Butelle, la juventud impetuosa de Sisi y Miguel o los tantos de Jordi Martínez. Por último, en esta temporada sigue en el mismo nivel que en la pasada(con altibajos) y está respondiendo con esfuerzo, el aprecio de la afición.

Todo parece indicar que estamos ante los últimos encuentros de Cámara vistiendo la camiseta blanquiazul salvo un milagro en forma de cambio en las ideas de los directivos pero no se ve reacción. Es triste ver como un jugador se pueda marchar sin que el club, al que le ha dado muchas cosas en estos dos años y medio, haya dado una demostración de interés en que se quede en Alicante. ¿Tan insalvables son las diferencias entre una y otra parte? Entiendo que un club no pueda hacer mucho esfuerzo en determinadas contrataciones pero, a veces, la historia del fútbol demuestra que un dinero ahorrado por no querer dar más puede acabar siendo pernicioso a la larga. ¿Tan seguros están de que el jugador nuevo que le sustituya lo hará mejor que él? El problema que se ve en el Hércules es que hay temas en que el despilfarro es innecesario y en otros en los que la actitud de miseria/tacañería es insufrible a la hora de determinados gastos. Si el jugador manifiesta que tiene interés en seguir en Alicante, es cuestión de una negociación en que el jugador se sienta satisfecho con que el club haga el esfuerzo económico para quedárselo y el club, a su vez, ganará en el sentido de tener en su plantilla a alguien del que conoce su implicación en el club, su regularidad en el rendimiento y se sabe lo que se espera de él, a diferencia del fichaje que se haría del sustituto y del que no tendríamos claro ninguno de los aspectos señalados en el caso de Cámara. Es una pugna que si se rompe puede ser mala para ambas partes: para el jugador, que empezaría desde cero en otro equipo y otra ciudad, y para el club, que muchas veces por no seguir el juego ha perdido el rumbo; por ejemplo, en el caso Montava, el jugador no volvió a tener el juego que tuvo en el Hércules y fue confundido por su representante al pedir tanto dinero; pero también perdió el club al decir nones a un jugador y lo que le costó encontrar a alguien como él. Dejar marchar a Cámara es un juego arriesgado que puede salir bien pero, hoy, tiene visos de ser negativo para el equipo, el club y la afición.

Apunte Agradable la noticia de la aparición del defensa Carlos Pérez en el terreno de juego ayer en Callosa del Segura. Aunque lo tiene mal para jugar en Liga, el deseo de la afición es que, con la salvación en la mano, pueda jugar unos minutos en Segunda División para que la pueda disfrutar. Aunque tenga aroma a posible despedida ante el número de centrales que se presentan el próximo año. No estaría de más ampliarle el contrato porque sería una pena dejar marchar a alguien que rinde y se deja la piel sobre el césped.