Y es que parece que fue ayer cuando desde estas mismas latitudes literarias me despedía para irme a disfrutar de unas necesarias vacaciones, no sin haberme lamentado de ello, a tenor de lo jugoso que ha estado este período estival, con culebrón pseudo-judicial y todo, con ocasión de la famosa reclamación del Cádiz por alineación indebida del juvenil Kiko, en el último partido de la temporada pasada y que, como todos sabemos, acabó en un empate que llevó al equipo gaditano a 2ªB, no sin antes haber fallado los amarillos un penalti (inventado, para variar en la constante de la temporada pasada) ya con el tiempo cumplido. Qué les voy a decir de este tema, que no sepan ya; el culebrón se resolvió en la enésima instancia, después del enésimo recurso del Cádiz, y tras la enésima negativa a estimar las pretensiones gaditanas, entre otras cosas, porque no tenían ninguna razón.
Y mientras se sucedían las resoluciones de los diversos organismos federativos, y los diversos actos plañidero- festivos por parte de la afición interesada, comenzó la liga en segunda división, con un sorteo caprichoso que quiso que el Hércules se tuviera que ver con los “capos” de la categoría en las primeras ocho jornadas, los tres recién descendidos de primera, más ilustres aspirantes de la temporada pasada, hasta acabar con el primer derby con el Elche, que se jugó este pasado domingo. La prueba ha sido superada con éxito por el equipo, aunque con algún lunar, como son los empates ante Murcia y Elche, que pueden ir sirviendo de señales de cierta alarma en cuanto a la claridad de ideas en ataque, y que pone de manifiesto que la plantilla con la cuenta este año el Hércules es, cuando menos, justita. En cualquier caso, como soy géminis, y entiendo un poquito de desdoblamientos de personalidad, puedo entender que haya dos Hércules: uno con claridad de ideas y que monta contraataques y golea sin ningún esfuerzo; y otro más espeso que, como virtud, si bien no es capaz de sumar de tres en tres, por lo menos lo hace de uno en uno, pero suma.
Del derby contra el Elche, nada que no se haya comentado ya, son partidos que no entienden de tablas clasificatorias y que, casi por decreto, acaban en empate. Habitual pique entre aficiones y cada uno en su casa, y Dios en la de todos.
El partido de la semana que viene contra el Alavés, también en el Rico Pérez, va a servir para medir hasta qué punto va a notar el equipo el esfuerzo de estas semanas contra los grandes y, con la lesión de Tote, hasta qué punto depende de su presencia para llevar a buen puerto el ataque.