No es un partido cualquiera. Es un duelo en el que la victoria se saborea de manera exquisita y la derrota se desea olvidar cuanto antes. Un encuentro en el que los aficionados deben jugar un papel de apasionamiento sano (sin caer en violencias ni en insultos gratuitos) en el que se luche desde las gradas por la victoria, aprovechando que el ambiente en las gradas está más caldeado de lo normal. Sí, porque, en una situación como la de esta temporada, se esperaría poca presencia de espectadores en las gradas pero el encuentro ante el Elche implicaría más motivación del aficionado para ir a un partido que, careciendo de interés clasificatorio salvo acabar por delante del rival, tiene un plus de interés para acabar yendo al estadio: no es un partido normal, es un encuentro donde el deseo de ganar es mayor que cualquier otro encuentro. El resultado, como tal, no variará la mala valoración que tiene un buen sector de la afición en relación a una temporada que se esperaba más provechosa y que ha acabado siendo bastante discreta. Se esperaba haber creado un bloque para el próximo año y se va a acabar fichando un número considerable de jugadores sin tener las fuerzas para defender una mayor presencia de jugadores de este año por la sencilla razón de que han acabado no mereciéndolo. Se puede ganar pero las impresiones de más de 40 jornadas han sido suficientes.
A pesar del poco interés en esta temporada, por lo normal es un partido de gran carga emocional. Está en el pensamiento de aficionados, jugadores y directivos con todos los tópicos. De gran facilidad para la motivación, el duelo entre ambos clubes no necesita de más extramotivaciones que el deseo de vencer al eterno rival. A este tema se le ha unido el temor, en buena parte de la temporada, de que este último encuentro de Liga pudiera significar jugarse algo por debajo mas, al final, la positiva mejora de ambos clubes, a última hora, rebajó hasta la nada cualquier atisbo de miedo a descender a manos del eterno rival. Una victoria, como indicaba antes, no es la misma que la lograda, con todos los respetos, a la del Vecindario sino que es más importante y puede llevar a tener efectos en un futuro: si la derrota en el Martínez Valero fue el principio del fin, quien pierda este sábado- y, sobre todo, en función de cómo evolucione el encuentro-puede pasarlo algo mal durante estas semanas sin competición, por no hablar de que la última imagen es la que queda en la mente del aficionado.
Apunte La debacle en Ponferrada duele a quienes la derrota molesta: a los aficionados. Humillaciones como las del domingo pasado en El Toralín-pues sí, los jugadores quisieron participar de la fiesta del equipo local- hacen que sea imposible apreciar a los futbolistas. La “actitud” de algunos jugadores les ha podido ayudar a abrirse las puertas traseras de la entidad herculana.