Esa fue la palabra clave para definir lo que se vivió en la grada el pasado sábado ante el Tenerife. El hecho de que los resultados del domingo anterior pusieron al equipo en un momento peliagudo, la derrota en Soria con enfado incluido, influyeron para que la afición acudiera con una intención de perdonar los fallos, quizás el mal juego en algunas fases pero con la mente puesta para ser ese jugador número doce. El ambiente era bien diferente a otros en los que el equipo se encontraba con una afición algo más fría y que cedía el apoyo a las peñas como Herculanos Sin Fronteras, Orgullo Blanquiazul, la de Eduardo Rodríguez o las presentes en el Fondo Norte; en este encuentro, el apoyo se sentía por gente anónima que con sus palmas durante los noventa minutos siguió animando al equipo. Fueron bastantes los instantes en que las palmadas se hicieron notar, tanto en la primera como en la segunda parte. El encuentro tuvo su evolución como se narró en los medios de comunicación y nunca se sabrá que hubiera pasado si el Tenerife hubiera empatado en ese penalty que falló gracias a la intervención de Moso y al discreto disparo de Cristian, que no disparó con la fuerza suficiente para obligar a un rechace como así ocurrió en el ejecutado por Moisés y el siguiente remate de cabeza del maño. El juego quizás no fue para enamorar, el control del partido por parte herculana hizo dormir el partido a expensas de una jugada de Mateo que acabase por apuntillar al equipo canario, pero ello no implicó que la afición se "enfriara" en el ánimo y siguió aplaudiendo y esperando el pitido final del colegiado para ovacionar al equipo por su entrega.
Lo que se vivió el sábado pasado no fue lo de aquellas tardes felices de juego sobrado y aplausos fáciles por el resultado y las bellas jugadas. Recuerda más a aquellas tardes donde el apoyo estaba por encima del juego. Recuerda, por ejemplo, a aquella noche frente al Real Oviedo y que cautivó a Juan Manuel Lillo; la afición animó a pesar de llevar casi dos meses sin ganar, de que se iba perdiendo ante los asturianos y que la preocupación ante una trayectoria que dejaba bastante de desear se palpaba en la cara de los aficionados; tanto ánimo acabó por descentrar a los carbayones y encajaron el tanto del empate. Ese fue el ambiente que se vivió el sábado pasado, una atmósfera terrible que algunas veces fue hostil hacia los propios jugadores herculanos- aquel penalty de Xavi Moro que toda la grada premonizó que se iba a fallar- pero que se dirigió a favor del equipo y en contra del rival. El apoyo vivido el sábado pasado era de esperar cuando tanto se juega todo el mundo: la afición que no deseaba volver a 2ªB tras unos años para olvidar, unos jugadores implicados para evitar el suplicio- aquí faltaría que algunos terminasen de seguir los pasos de los veteranos del club- el entrenador y el cuerpo técnico que necesitan asegurarse la permanencia cuanto antes para planificar la 2006/07 de forma menos precipitada y, por último, los directivos, que necesitan de una categoría profesional para que sus ideas no se entierren en una categoría maldita. Lo del sábado fue, en definitiva, la concienciación de la afición y que tanto necesitaba el equipo. Ya llegará el día en que se pueda analizar más fríamente lo que ha ocurrido en estos meses.
Apunte Esta semana, salvo que los árbitros lo impidan, se jugará un Valladolid-Xerez que servirá para conocer tanto las bajas con las que pueda llegar a Alicante el equipo andaluz y, sobre todo, el ánimo con el que afrontarán los de Lucas Alcaraz el encuentro ante el Hércules. ¿Seguirán sin ganar? ¿Se habrán recuperado entonces?. Si no hay Liga, vendrán con sus diez semanas sin ganar.