Pocos podían imaginarse este año loco
cuando terminaba 2018. Había sido un año frustante que acabó con
esperanzas renovadas con el nuevo míster. El equipo iba 3º con 32
puntos, con varias jornadas líder aunque, al final de año, había
aflojado en Cuenca y ante el FC Barcelona B. Había sueños de un año
que podría ser el definitivo. Se aceptaba que el fútbol no era el
más adecuado pero daba resultados esa firmeza defensiva(10 goles en
18 partidos). Se contaba con varios refuerzos para dar el salto que
no se había podido dar en los dos años anteriores.
Con todo, el año no empezó bien, dos
derrotas consecutivas a domicilio sacaron al conjunto blanquiazul
fuera de puestos de promoción y el natural estado de
optimismo-desazón herculana barruntaba que no se volvería a puestos
de promoción. Varias victorias importantes(ante el Villarreal B, RCD
Espanyol B y Cornellà) volvieron a ilusionar aunque hubo una víctima
de por medio: Emanà se lesionaba de gravedad ante el CD Ebro. Desde
la jornada 29ª hasta el final de la temporada no salió de puestos
de promoción, logro que se aseguró en la jornada 36ª pero ya el
Atlético Baleares ya lo tenía casi hecho para ser campeón de grupo
y el equipo de Planagumà para afrontar la vía larga de los 2º al
4º.
La promoción en las dos primeras
eliminatorias mostró un equipo que, más o menos, controlaba las
eliminatorias. No había brillantez pero sí una cierta sensación de
no sufrir más allá de nuestros habituales miedos- por ejemplo,
recuerdo alguna tertulia en la que se decía que una opinión neutra
consideraba excesivo el miedo que tenía la afición en Logroño-
hasta que llegó la SD Ponferradina. El partido ante el conjunto del
Bierzo comenzó mal(0-1 a los 5'), se desarrolló peor(fallo de Benja
en un mano a mano que podría haber supuesto el 1-1 y el doloroso 0-2
antes del descanso). La derrota por 1-3 y el planteamiento “peculiar”
en “El Toralín” frustró el ascenso deseado.
Desde la rueda de prensa de “El
Toralín” hasta hoy hay una sucesión de continuadas malas
decisiones que empiezan desde ese maldito momento en que alguien
cogió unas palabras habituales de una rueda de prensa en caliente
como algo definitivo. Si le unimos el hecho de un director deportivo
en período de divorcio con el entrenador y estar el entorno mirando
con lupa cada partido de pretemporada tenemos un verano turbulento y
cargante. Un desastre que comenzó Putxi empatando en el Prat de
Llobregat y al que siguió un Hércules- Villarreal CF “B” con
alta carga de energia negativa brotando en el Rico Pérez. Nos
plantamos en la jornada 4 con un punto de doce y Planagumà cesado
por la voluntad del director deportivo que apostó por Jesús Muñoz.
Esa doble decisión explica otro desastre deportivo que se acabó
concretando en la jornada 16 ante el RCD Espanyol B(3-2) en tierras
catalanas. Ramírez dijo basta y el director deportivo acabó siendo
defenestrado y desplazado “a otras parcelas”, por no hablar de
Jesús Muñoz, destituido. Mir fue el elegido por Ramírez como una
apuesta que, a su vez, compensó un desagravio que venía desde 2016.
El próximo año 2020 veremos si ha sido suficiente para salvar la
categoría en una segunda vuelta casi de promoción de ascenso(cerca
de unos 30 puntos en veinte partidos).
Resumen en cifras
PJ: 45(38 de Liga, 6 de promoción,1
Copa del Rey...lo demás en mismo orden)
G: 15(14,1,0)
E: 11(9,2,0)
P: 19(15,3,1)
GF: 45(40,5,0)
GC: 46(39,6,1)
Pt: 56(51+5)