No tengo muy claro, si la falta de fútbol está afectando mi modo de percibir las cosas, lo más seguro es que así sea, porque últimamente, tengo la sensación de que este año, con todo lo revuelto que anda el panorama herculano, y eso que todavía no ha comenzado la temporada, nos vamos a salvar.
Normalmente, las condiciones instituto-sociales que deberían darse para afrontar este reto de la permanencia deportiva con ciertas garantías, deberían ser otras más cercanas a la estabilidad y al equilibrio entre ambas facetas, pero este club es tan sui generis, que ha sido precisamente cuando más revueltas bajaban las aguas, cuando más alegrías deportivas nos ha dado..
Hagamos un poco de historia antigua: En el ascenso de Segunda B a Segunda, la situación era bastante complicada: Ortiz había asumido la presidencia del club, relevando a su cuñado Carratalá, cargo que a los pocos meses cedió, condicionado quizás, por el escaso aguante del mandatario herculano, de las críticas de la afición, por la entonces irregular marcha del equipo, a favor de Valentín Botella. En lo deportivo, con el trasfondo del conflicto con el otro club de la ciudad, por el uso compartido del estadio, y por la disputa de la supremacía deportiva de la ciudad, nos encontramos una trayectoria más bien irregular del equipo por entonces dirigido por Granero, en contraposición a la trayectoria que parece mostrar el equipo alicantinista, que parece ir lanzado a la segunda división. El objetivo del ascenso se hace necesario igualmente, pues parece detectarse un indicio de cansancio en la gestión de Enrique Ortiz como mecenas del equipo, y no conseguirlo, dejaría abiertas muchas dudas sobre la continuidad del máximo accionista como soporte económico del club. Y hete aquí, que la cesión a Valentín Botella de la presidencia, y la aparente retirada de Enrique Ortiz en las decisiones estrictamente deportivas del club, favorece el despido de Granero y la contratación de Mandiá. El equipo remonta y consigue clasificarse para las eliminatorias de ascenso, las cuales saca adelante, y, como colofón, el equipo de Bordalás no consigue el ascenso para el que parecía estar destinado en esa temporada.
Pero es que la temporada de este ascenso a primera, no empieza precisamente bien. Tras una temporada en la que el equipo herculano quedó clasificado en cuarto lugar, y sin derecho a subir a la primera división, la pretemporada, la cual ya se había empezado a planificar dando el nombre de las bajas, viene marcada por la traición de Mandiá y su marcha repentina al Racing de Santander. Cierto sector de la prensa, que había señalado a Juanma Lillo, como su sucesor, se siente traicionada al comprobar que “el elegido” es Boquerón Esteban, y comienza una particular cruzada contra todo aquello que huela al técnico malagueño, y a la dirección deportiva del club. En principio la trayectoria deportiva aplaca las críticas, pero el revés de ocho semanas sin ganar en la segunda vuelta, da nuevos bríos a los detractores, a los cuales ya no les importa que el club haya enderezado su rumbo, y marche hacia un posible ascenso.
Esta temporada, ya con el ascenso conseguido, no es que haya empezado mejor. A la polémica del precio por los abonos, y que ha llevado al club a la rectificación de los mismos, se suma la ausencia de fichajes significativos , y la polémica entorno a la remodelación del estadio, que abre un nuevo frente con la titularidad de los terrenos conocidos como “el pequeño Maracaná” ...ya veremos en qué queda todo esto, pero a mí me huele a que nos salvamos.