jueves, febrero 11, 2010

Fútbol & administraciones públicas

El fútbol ha estado ligado a las administraciones desde mucho antes que aquel maldito 1990 cuando se aprobó la estúpida ley del Deporte que, entre otros aspectos, generó el de las perversas SAD. Quizás el embrujo de Jesús Gil, uno de los partidarios y del que todos sabemos la capacidad que tenía para llevar las cosas a su vera, esa conversión tuvo el mayoritario visto bueno. Increíble.

Pero a lo que íbamos. Ha sido mayor el apoyo de las administraciones que vieron en el fútbol el nuevo "opio" del pueblo. Algo que les haga olvidar todo. Incluso en el incipiente fútbol. Así, nos encontramos con ayudas que se han hecho desde arriba para arreglar cualquier desaguisado económico...y los directivos se han visto con el cheque en blanco.

La situación se acentúa con el Plan de Saneamiento, luego con dar más dinero de las quinielas a los clubes(y que salían de las arcas del Estado pues hablamos de mayor parte de la recaudación). Eso se ha enraízado con las distintas administraciones locales y regionales mientras las nacionales han hecho correa de transmisión en lo que se refiere a la administración tributaria(no tanto por el período que hubo de actas sino de la facilidades para los aplazamientos y fraccionamientos que, aún existiendo en la normativa tal posibilidad, han sido más generosos de lo habitual.

Llega las SAD y con ellos la gran mentira de la gestión responsable. No se ve ni por asomo hasta el punto de que el resultado de la gestión es igual a la de un club con lo que las pérdidas siguen ahí y se le une otro apartado más grotesco: que ahora el máximo accionista estará ahí hasta que venda, no hasta que pierda las elecciones-también está que un porcentaje de acciones desplace a un presidente-. Antes las asambleas duraban(no digamos la "culpa" de los ruegos y preguntas) ahora en cinco minutos se aprueban los presupuestos. Yo no tengo acciones del Hércules, bien porque nunca he creído en esto de las SA en el mundo deficitario del fútbol, bien porque creo que doy más apoyo comprando mi abono anual más que pagar aquellas famosas 56000 pesetas por seis acciones de paquete mínimo(ahí se pasó el Consejo presidido por Aniceto Benito). Si querían echar freno a los malgastos bastaba con que los clubes cumplieran unos requisitos pero también ahí hay "historia". En 1995, el asunto de los avales hizo que descendieran a 2ªB al Celta y al Sevilla. Quizás por un fallo garrafal dieron por ascendido a Albacete y Real Valladolid cuando lo sencillo era esperar a que se firmase como definitivo. Las manifestaciones masivas fueron de tal envergadura(en época de crisis similar a la actual) que no tuvieron más remedio que aceptar a los dos clubes en primera y quitar lo del descenso administrativo por un asunto como ese(dejando el de impago a los jugadores). Ahí es donde el fútbol vio su inmensa fuerza en la sociedad y los dirigentes sabían que manejando la fuerza bruta de la masa de aficionados, tendrían el mando.

Junto a ese tema de la SAD llegaron los ingresos televisivos y ahí fue donde se disparó el malgasto. Entre el maná de las televisiones y la laxitud de las administraciones, los dirigentes han hecho uso de mucho dinero olvidándose de temas como los déficits y las deudas, conscientes de que las administraciones no dejarían de echar un cable.

Ahora, se ha inventado la figura de la "subvención" encubierta. Como tal, no es subvención sino un simple aval para que las instituciones bancarias den préstamos a los clubes. Si el club paga la totalidad del préstamos, la comunidad no habrá pagado nada al club mas si no se paga, la deuda iría a parar a los contribuyentes en el sentido de que sería la administración quien tuviera que hacerse cargo y no al patrimonio de quien dirige el club.Por cierto, ¿habrá mini subvenciones porque un club deje de pagar algún período?

El mundo del fútbol se ha sobredimensionado y la administración que tuvo en su mano corregirlo desde el principio ya no tiene ni fuerza para hacer cumplir. Queramos o no queramos, el fútbol en 1995 dejó claro que tenía una fuerza sobrehumana para doblegar potestades sancionadoras.
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