Fue hace unos días cuando la curiosidad hizo que me paseara por media España con esa herramienta que se llama Google Earth. La ciudad elegida había sido San Sebastián y la estuve mirando por observar algunas de sus características cuando reparé en dos edificios al lado del río Urmea, dos bloques simétricos mirando el uno al otro y, en medio, un jardín. Recordando planos antiguos, me fijé que aquella zona era donde estaba aquel estadio de Atocha y lo que ahora se veía asemejaba a un cierto homenaje; busqué, hice averiguaciones hasta que un realista me comentó que parte del césped era el de aquel estadio. Muy posiblemente sea más leyenda urbana que realidad pero, ciertamente, sería bonito. Ese recuerdo me llevó a leer otras dos “historias” bien diferentes: el triste final del Estadio Insular y el Lluís Sitjar, absolutamente deteriorados. Varios reportajes mostraban su evolución hacia su fin cantado desde el último pitido del encuentro final. Fueron las imágenes de las gradas del estadio canario con un par o tres de asientos, césped inexistente y mucha maleza lo que hizo que escribiera este artículo mientras recordaba las imágenes de aquel 19 de junio de 1993, cuando Paco López y Torres enfilaban el camino del ascenso en aquella promoción a 2ªDivisión. Cosas del destino, el Insular será tirado abajo mientras El Vivero(ascenso de 1996) es el recinto donde juega el Unión Deportiva Badajoz y que le permite tener ese pequeño halo de vida tras la construcción del Nuevo Vivero hace una década. Leyendo en los foros de estos clubes, todo sigue un mismo patrón: merecida melancolía por el estadio, donde se hicieron aficionados ellos o sus padres, y deseos infructuosos de volver, en un claro gesto de desprecio hacia el Estadio de Gran Canaria o Son Moix. Imágenes dantescas que hacen que se sienta ganas de que se termine todo y se tiren abajo si ya no queda esperanzas de seguir jugando allí; dentro de lo que cabe, el proyecto del Insular pasaría por proteger uno de los laterales del antiguo estadio pero el Lluis Sitjar no tiene destino claro.
En el momento de terminar de leer el enésimo reportaje sobre el estadio balear ya me planteé como estructurar el artículo. Tras recordar Atocha, Insular y el Lluis Sitjar decidí recordar una foto que tuve la oportunidad de realizar tras un viaje a Santander: en ella se podía ver la “placa” que recordaba que allí estaba uno de los saques de esquina del viejo estadio de El Sardinero o la misma plaza de Ricardo Zamora, en Barcelona, donde hay carteles que recuerdan que allí estuvo el viejo estadio de Sarrià. Muy posiblemente se me queden muchos recuerdos de ciudades que han visto un cambio de estadio (por ejemplo, Oviedo, Almería o Córdoba). En Alicante, por desgracia, no se ha sabido realizar algo similar a Santander. Quizás la zona del antiguo estadio donde jugó el Hércules desde 1932 hasta 1954 se pueden ver calles que recuerden tanto al propio Bardín, cuyo nombre ya quedó inmortalizado en el estadio, como al Deportista Vicente Pastor o Ramón Mendizábal, ex jugador caído en batalla en la Guerra Civil. Pero también sientes que la Plaza de la Viña pudo(y aún puede aunque sea tarde) tener un recuerdo del anterior campo. A mí, que por esas cosas de la vida, fui a vivir a esa zona cuando llegue desde Córdoba sí tengo un poco la pena de ver que la plaza que ahora está donde estuvo el estadio podría dejar un recuerdo, una placa quizás de un pasado marcado por la presencia de jugadores como Zarra, Di Stefano, Kubala, Sergio Rodríguez, Pazos o aquel extremo oriolano que fue Ramón.
Apunte Está muy claro: tres por diez es igual que dos por quince en cuestiones matemáticas...pero la realidad es que tres personas hacen más que dos a la hora de animar. El club ha podido descubrir que, a veces, es una política adecuada cuando, sobre todo, hay un duro rival como es la televisión.