Tenía que ocurrir. La no continuidad de Uribe se percibía a medida que pasaban las jornadas. De haber sumado esos 3-4 puntos perdidos en la nefasta racha de seis semanas sin ganar, seguiría aunque se daba por hecho que su renovación era imposible. La derrota en El Ejido, muy grave por lo que supone perder además el goal-average con el equipo celeste, esconde una situación tal que el propio decidió dejar el puesto de entrenador-aunque fuera cesado ayer, su frase “Si yo soy el problema, me voy” refleja una situación que sigue siendo difícil de resolver. En caso de haber seguido en el banquillo carecería de fuerza ante un vestuario que le ha superado. Tras su fichaje quiso mejorar las relaciones con Turiel y Moisés pero ha acabado sin controlar a los jugadores. Los vestuarios son difíciles de dominar pues estamos hablando de veinticinco personalidades diferentes que interactúan y que el entrenador debe conseguir que todas ellas se junten en búsqueda de un objetivo: si las cosas van bien, todos los jugadores hacen posible que la piña entre ellas se perciba sobre el terreno de juego(por ejemplo, la motivación que ha tenido la plantilla del Real Valladolid a medida que iban sumando semanas sin perder); sin embargo, si los objetivos se deben ir rebajando porque no los alcanzan, acaba habiendo un enfrentamiento entre implicados y no implicados. Cuando las cosas van mal, lo extradeportivo pesa cada vez más: los jugadores protestan ante la prensa por no ser titular, los medios de comunicación acaban dejando un poso de depresión en la afición que acaba minando la moral del aficionado. Sin más sueños que una vulgar salvación de última hora, la presencia de aficionados en el Rico Pérez han ido decayendo con el paso de las jornadas.
El próximo sábado será el día para comenzar a ver si la decisión de no contar con Uribe tiene los efectos deseados: sumar los 6-7 puntos, poder plantear la próxima temporada con algo más de cabeza y no de forma precipitada. Aunque los cambios de entrenador a última hora nunca son deseables, las circunstancias-una dinámica mala de resultados- acaban obligando a los equipos a cesar su entrenador, buscando ese último empujón y esperando que se haga realidad aquel dicho de “a entrenador nuevo, victoria segura”. En la mayoría de casos, la decisión acaba vislumbrándose positiva para el club que toma la decisión de contratar un entrenador para cuatro o cinco jornadas. Salvo equipos que estaban de, por sí, casi condenados al descenso- por ejemplo, si el Nàstic cesase a Paco Flores, el nuevo entrenador lo tendría casi imposible salvar al equipo-, los que estaban en el filo del abismo(entre el 19º y el 18º de Segunda División) acabaron salvándose gracias a dos o tres victorias definitivas. Paquito se encuentra ahora con la intención de recuperar el ánimo de los jugadores y convencerles de que la salvación es fácil siempre que se “pongan las pilas”. Una vez que la salvación se alcance, será el momento para volver a hacer otra limpieza pues esta plantilla vuelve a estar viciada por el conformismo, sin intención de querer quitarse la imagen de desidia de estos días; es decir, esa falta de implicación que ha acabado con un entrenador desquiciado y queriendo quitarse de en medio.
Apunte Paradojas del destino. El año pasado, el Espanyol, con su victoria sobre la campana, logró salvarse del descenso a costa del Deportivo Alavés; este año puede ser el Hércules quien pudiera hacer que el equipo vitoriano baje a 2ªB…aunque esperemos que no hay que sufrir de tal manera y que la salvación se logre cuanto antes, mejor.