"Así es muy difícil puntuar. Esto es Primera División y si el Hércules no juega al 110% no ganará a nadie. Lo que nos ha pasado hoy (por ayer) debe servir de ejemplo en el vestuario para saber lo que no hay que hacer. En Primera no se puede jugar así y ya está" Estas palabras las dijo el entrenador Esteban Vigo en el Coliseum Alfonso Pérez hace poco más de un mes. Paco Peña no le fue a la zaga y comentó "No hay excusas a la derrota y creo que todos sabemos que debemos ser más intensos. Esto es Primera División y somos el Hércules, nadie dijo que fuera a ser fácil y ahora debemos pasar página cuanto antes". Como ven, son frases que, posiblemente, se hayan vuelto a comentar en la zona mixta del Reyno de Navarra; poco importa si son las mismas palabras pero sí la misma intención.Un mes después seguimos con la falta de intensidad y que "debemos de jugar al 110%". Volvemos, pues, a vivir una situación en la que se habla mucho pero se demuestra que es algo vacío y que, a su vez, convierte el partido ante el conjunto Txuri-urdiñ en una primera final tras no vencer desde la quinta jornada. Decir que Esteban Vigo está en entredicho sería exagerado pero alguna crítica se la va a llevar por un buen sector de la afición, que aún recuerda esas jornadas de marzo-abril en las que casi se frustró el ascenso. Es evidente que el entrenador no juega los partidos pero sí debía exigir mayor intensidad a unos profesionales que no han sido los de otros partidos. Me comentaban algunos amigos, antes de este encuentro, que les preocupaba la falta de motivación, un error en el que no debían de caer los futbolistas pues estos encuentros pueden hacer daño-por ejemplo, ya podemos rezar que el C.At. Osasuna no esté en empates por puntos pues llevamos un marcador de tres a cero en desventaja- ya que son duelos directos. Encuentros en los que los jugadores que lograron el ascenso debían de explicar que hay partidos que también se tienen que ganar con el mono de trabajo, sudando la gota gorda por cada balón.
Del encuentro, casi mejor no decir nada. El conjunto de José Antonio Camacho venció merecidamente sin más. Ni siquiera la interpretación ortodoxa de Rubinos Pérez en la jugada de la cesión de Peña-tampoco el penalty que, en esa misma ortodoxia, habría supuesto que debía haber pitado el colegiado madrileño- salvan un partido en el que se naufragó de forma considerable. La amonestación que, por ejemplo, recibe Noe Pamarot es un ejemplo de la debacle: un control que se va largo y pone el pie con tan mala suerte que da en Massoud. Nadie se ha salvado en el día de hoy, sea por desacierto cuando se tenía el balón-cuando se tenía porque duraba un suspiro el esférico en las botas blanquiazules-, sea porque se ha borrado del partido y no ha aparecido. Es imposible valorar quién ha sido el mejor pues todos han estado ausentes en un aspecto primordial que es la lucha por el balón-otra cosa y grave es que el conjunto no tenga muchos recursos ofensivos más allá de Valdés&Trézéguet-, se ha perdido el centro del campo desde el primer minuto, llegando el equipo pamplonica con demasiada facilidad. Con 2-0 se buscó muy tímidamente ese gol que diera ilusión por el empate, teniendo Cristian una ocasión que se estampó en el larguero. Lo peor fue ese 3-0 al final del encuentro y que, para más inri, no se pudo considerar como excesivo.
Apunte Ganar en el Camp Nou va a acabar siendo nocivo porque cualquier otro resultado parece una minucia. Lo que pudo ser una demostración de que se pueden hacer cosas muy buenas ha acabado siendo un lastre en una temporada donde sumar, aunque sea un punto, es fundamental como ocurrió en La Romareda o en el estadio de los Juegos del Mediterráneo en Almería.