Cuando David Arteaga marcó el gol del empate cordobesista ante el Nàstic de Tarragona, seguramente, tenía en mente la alegría de impedir una derrota en los últimos instantes; sin embargo, no contaba con esa amonestación que recibió en el minuto 34 de la primera parte y vio como Hevia Obras le sacaba la segunda tarjeta amarilla por quitarse la camiseta, expulsándolo ante la sorpresa del futbolista y de la grada. Dos semanas antes, el mismo colegiado madrileño expulsó a Andrija Delibasic tras marcar el tercer gol en el derby. No voy a entrar a criticar al colegiado pues la norma establece que se ha de mostrar la tarjeta amarilla. Así, en el artículo 111 del código disciplinario indica que se ha de mostrar una amonestación, entre otras cuestiones, "cuando con ocasión de la celebración de un gol el futbolista se despoje de su camiseta o la alce por encima de su cabeza,así como cuando se encarame en la valla que rodea el terreno de juego". Lo que asombra es igualar disciplinariamente la celebración así de un gol, al menos sobre el terreno de juego, con el juego peligroso(incluso se ven faltas sin sanción pero luego mostrar tarjetas por motivos absurdos), con cuestiones "técnicas" como es entrar en el terreno de juego sin autorización arbitral(que otra cosa es dotar al 4º árbitro o los asistentes de banda de dar la autorización) o por cuestión de "desacato" cuando se insulta al propio colegiado. Asimismo, este codigo disciplinario va más allá cuando en el artículo 91 se sanciona al futbolista que, al despojarse la camiseta, luzca signos, dibujos, anagramas, publicidad, leyenda con una sanción de 2.000 a 3.000 euros.
El espíritu de la norma en global busca el respeto a la competición, al fair-play pero hay momentos en que se "supera". No se puede comparar una dedicatoria al hijo recién nacido o la apología de una ideología determinada-como pasó cuando se sancionó a Kanouté por apoyar a la causa palestina- pues hay diferencias. Sancionar independientemente del mensaje es absurdo cuando es más fácil la sanción a posteriori, visto lo que aparece en la camiseta. Lo mismo se puede decir de las celebraciones de los goles. Es entendible que no se quisieran celebraciones tales como la de aquel Leandro que hizo el "perrito meón" en campo contrario o la de Fowler "esnifando" la raya pero de ahí a privar de la alegría de un gol hay un trecho. ¿Qué alguien me explique qué daño hace que Delibasic-dentro de la hipótesis de que no hubiera saltado nadie- celebrara aquel gol así o Arteaga quitándose la camiseta? Entendería que fuera denunciable si esa celebración hubiera sido en un partido disputado fuera de casa o en, el mismo estadio, en la esquina de la afición contraria; por lo demás, el resto es celebrarlo con su propia afición y atendiendo, de forma comprensible, que no se alargue demasiado.
En pro del fair-play, las aficiones de clubes de 1ª y 2ª han admitido una salida absurda al campo como para ahora ir persiguiendo a jugadores por el único "delito" de celebrar un gol con los suyos-insisto, es criticable que la afición salte al terreno de juego-, mientras se dejan sin sancionar entradas descomunales que acaban incluso con el lesionado sin jugar durante semanas.
Apunte Es inaudito el nivel absurdo de aplausos por bajar al colegiado inglés que dio como gol lo que era inválido por la presencia de un balón de playa. Tenían la opción más válida de la "nevera" indefinida y posterior descenso pero sin "premiar" con otro arbitraje aunque sea en la segunda división inglesa.