En el deporte, entre la alegría y la tristeza suele haber una diferencia mínima: un gol puede cambiar los semblantes de los aficionados. Si a eso se le une un alto componente emotivo(una final, un ascenso, un descenso) esa distancia es más intensa que en otro momento de la competición. En el día de ayer, las imágenes de los aficionados alicantinistas, en especial el niño que aparecía en el Información o la aficionada que se vio tanto en el resumen del partido por Punt 2 y por el AS, era de esperar que salieran en todos los medios: impacta visualmente más el llanto que la alegría. Lo que se vio en Alicante se ha repetido en muchos campos donde el ascenso estaba en juego pero también en otros estadios y en otras ocasiones. Un ejemplo fue el célebre niño llorando en el Betis -Steaua y que fue invitado por Ruiz de Lopera en un acto algo cargado de "populismo", igualmente se puede mencionar aquel final de liga cuando un gol de Coro en los últimos instantes pasaba las lágrimas del aficionado espanyolista al alavesista. Son las mismas lágrimas que se hubieran visto en Alicante pero por parte de los aficionados bercianos si pensaran que el viaje de vuelta lo harían con la tristeza de seguir en 2ªB ...o las del Levante B al no subir o las del Villarreal B, al que no le sirvió los 100 puntos para subir a 2ªB.
Es que ser aficionado de un equipo no es algo fácil. Los herculanos que, en cierto sentido, hemos "respirado" con el "no" ascenso del Alicante no somos insensibles con las imágenes vistas en el Rico Pérez puesto que lo que vivieron los aficionados del Alicante el domingo pasado los hemos vivido nosotros también en nuestro estadio o fuera. Por ejemplo, esa tarde infausta ante el Castellón(1-2 1987/88), primer descenso a 2ªB, pues los dos últimos descensos acontecieron fuera de Alicante o el más célebre: nuestro particular "Maracanazo" ante el Cartagena en la temporada 90/91 cuando bastaba un empate para jugar la novel promoción de ascenso a 2ª División y se perdió 0-3, dejándose por el camino dicha opción de jugar la promoción, todo ante unos 24.000 espectadores; las imágenes de los jugadores y aficionados del Alicante fueron similares a la que vivimos nosotros hace quince años. Particularmente, estas situaciones son dolorosas pero curten bastante bien y, en vez de bajar el ánimo, lo que hacen es fortalecer el cariño hacia "su" club. Lo que ha vivido esa joven o ese niño fotografiados en el triste trance de ver como su equipo se quedaba sin ascenso lo viví yo también, en mi faceta "espanyolista", cuando estuve celebrando la Copa de la UEFA durante dos semanas hasta que el partido de vuelta en Leverküssen nos dio un golpe inesperado. Al año siguiente se bajó a 2ªDivisión y el ascenso fue vía tanda de penalties, la mejor terapia de choque ante el recuerdo de cómo se perdió dicha competición europea. Aquella final cambió mi forma de ver el fútbol. Los resultados dejaron de importarme: desde ese momento, fui( y sigo siendo) del Espanyol, al igual que del Hércules, más allá del guarismo del marcador. Ya llegará el día en que la vida, en el aspecto deportivo, le dé a esa aficionada alguna alegría, al igual que a ese niño del Betis o de un aficionado del Alavés.
Apunte Junto a los equipos canarios que subieron el sábado, se unen a esta segunda división los equipos de Castilla y León, Salamanca y Ponferradina. Lo positivo del ascenso de estos dos equipos a esta categoría es que pertenecen a una comunidad autónoma donde no hay canal autonómico, con lo que es difícil que se juegue en sábado ante dichos rivales. Pero nunca se sabe.