Lo interesante de escuchar programas de radio o leer la prensa es que la inspiración puede aparecer en cualquier momento para arreglar el desaguisado de la falta de temas para escribir. Ayer, el tema de debate fue una cuestión sobre si el Hércules debía de mirar hacia arriba- el líder a siete puntos- o hacia abajo, es decir, el quinto puesto, también a siete puntos. Es un debate con argumentos que no son incompatibles y donde los aficionados pueden aceptar ambos. Asimismo, surge en un momento en que el objetivo de jugar la promoción se acerca mientras se observa como cuatro equipos se disputan las dos plazas restantes. Todo un debate que no debe hacernos olvidar las principales premisas: hay que ir partido a partido y no caer en la relajación puesto que hablamos de los últimos coletazos de la temporada.
La cuestión parece involucrar la ambición de buscar el primer puesto con un supuesto conservadurismo a la hora de estar entre los cuatro primeros puestos, principal objetivo herculano. Mirar hacia arriba tiene la principal ventaja de que el equipo que va primero ejerce de "liebre" con lo que el afán de optar por el campeonato serviría para sumar los puntos necesarios para alcanzar la ansiada promoción. ¿Cuántos ciclistas doblados en una contrarreloj por un campeón no los han usado como referencia y alcanzar, al menos, la segunda posición en una carrera?. El objeto de ir ganando para tratar de cazar al primero les ayuda a sumar más puntos y tiene la ventaja adicional de que, si se mantiene el sueño hasta el final, el equipo no irá relajado a la promoción; por otra parte, los que miran hacia atrás tienen como principal pretensión ir mirando la diferencia de puntos con el fin de saber cuando será la jornada en el que se pueda decir matemáticamente que se está clasificado con el objetivo de proceder a rotar a los jugadores para que lleguen "frescos", "limpiarles" de tarjetas de cara a la promoción, etc. El riesgo que se puede cometer es una pérdida de concentración que llegue a afectar a los jugadores. Sea el objetivo que sea, el conjunto alicantino está en el camino correcto siempre y cuando la relajación por superioridad no les afecte como en la segunda parte ante la Peña Sport.
Apunte Lamentable la manera de despedirse Juan Manuel Lillo tras su dimisión en Tarrasa: no tuvo mejor ocurrencia que afirmar que un mal futbolista, un mal entrenador o un mal presidente tienen peor consideración que un violador. En una década, Lillo se ha pasado de "licencia para perder" a afirmar semejante lindeza en un momento de gran alarma social. Pero bueno, es lógico en un entrenador que ha ido de fracaso en fracaso en los últimos equipos.