Hace
dos semanas salió Quique Hernández para comentar que Enrique Ortiz
estaba dispuesto a escuchar ofertas para vender el club. Sin embargo,
tras dos semanas , vemos que en el estadio no hay un cartel claro de
“Se vende” como en cualquier casa. Obviamente, no hablamos de un
cartel físico con su teléfono...y sí de una intención de vender,
que nunca ha existido. Todo ha sido un permanente paso de interesados
que, por una cosa o por otra, no han convencido a Ortiz. Ha sido un
entretenimiento como aquellos proyectos del estadio José Rico Pérez
de hace una década. Un poco de ruido, un poco de crear una situación
de ilusión para, luego, “lograr” un estado de desesperanza en la
afición. Llevamos así desde 2015 y ha pasado un lustro desde
aquellos gestos para la galería del anterior alcalde.
Todo
lo que ha sonado desde entonces son inversores que se han topado con
unas personas que “escucharán” pero no “aceptarán”, salvo
que sea algo provechoso para ellos: que el “nuevo” se haga cargo
del club con sus deudas, sus necesidades futuras...y un “plus”
para los “vendedores” según logros, lo que suena a cierta carga
de ironía viendo como están dejando el club. Hace tiempo que estas
historias son poco realizables salvo que alguien si esté dispuesto a
aportar un buen dineral para cubrir todo. Lo curioso es que estén
tan pendientes de “las intenciones” de los inversores y, sobre
todo, la solvencia con las cifras que están dejando.
Hace
tiempo que no albergo ninguna esperanza sobre la actitud de Enrique
Ortiz y Juan Carlos Ramírez respecto al club. Acudo cada domingo al
estadio, casi para acompañar a un enfermo que ha caído en un estado
lamentable tras un buen año pasado. Irreconocible de un año a otro.
Los movimientos accionariales, aunque los sigo, acabaron por
desmotivarme tras la ausencia de un sobre diferente a la de ellos en
las dos subastas de 2017. Ahí ya me dije que no había nada que
esperar. Es cierto que el ganador hubiera tenido que pelearse en los
juzgados pero era un modo “objetivo” de solucionar el tema del
control del club. Sí, entiendo que, en esa época, había otra
amenaza en forma de siete millones de “lo de Bruselas”, de esa
recuperación de ayudas ilegales que, al final, no prosperó y libró
al club de una de sus tantas “espadas de Damocles”. Con la
subasta se perdió “lo objetivo” y se volvió a “lo subjetivo”,
es decir, “lo que quieran los propietarios”.
¿Cuánto
vale el Hércules?. Obviamente, desde el punto de vista contable,
cero(y porque el concepto de “darte las acciones y dinero es
irrealizable”(fondos propios negativos).Además, no tiene
infraestructuras propias. El valor del club, todo lo
inmaterial(afición, marca, expectativas de categoría profesional en
LFP) son tan imperceptibles actualmente que sería difícil
cuantificar.¿De qué vale hablar de los 27.000 del día del Cádiz o
la Ponferradina si luego se abonan 5.000?¿de qué hablar de
perspectivas de LFP cuando estamos cerca de la cuarta categoría del
fútbol nacional?.
El
problema de “lo subjetivo” es que ya dependes de que el comprador
quiera vender el 51%(el control del club, vaya) y, si no hay esa
voluntad, podemos montar castillos en el aire que no hay nada que
hacer:entre unos que no quieren vender y otros que no están
dispuestos a dar más de lo lógico, el resultado es evidente.
Apunte.
Y, entre medias, una enésima final ante un FC Andorra con nuevo
entrenador, Nacho Castro. Cada partido que se juegue deberá ser a
ganar. Poco vale dar una supuesta buena imagen si luego se empata a
cero porque eso reduce el exiguo margen de error.