No está en mi ánimo negar la situación que se da en varias
ocasiones, sea en la liga española, sea en otras competiciones similares. Son
hechos muy deplorables que no forman ni formarán parte de un espíritu deportivo
que la FIFA,UEFA o RFEF intentan que sea sano. Sin embargo, no logran evitarlo.
Aunque también es cierto que es un cometido que no logran pararlo porque no
pueden implementar lo necesario para frenar tales hechos: educación, respeto
son conceptos que se esfuman cuando alguno cree que el fútbol es una
guerra que se debe disputar con el fin
de ganar, humillar al “enemigo” y no un simple juego.
Hoy es día 19 de febrero,” Día Internacional de la Homofobia
en el Deporte” pero también podríamos aplicar el argumento al asunto del
racismo tras los últimos episodios(Iñaki Williams, Marega). Hechos
desagradables, en algún caso amplificado(“condenar a toda una afición por unos
impresentables” por lo del campo del Espanyol)pero que, repiten un patrón para
entender un aspecto que defiendo: no es racismo(de hecho, el Vitória de Guimarães
cuenta en su plantilla con jugadores que
tienen todo el derecho a sentirse enfadados) sino el enésimo ejemplo de “hijoputismo”,
es decir, una pretensión de determinados sujetos de creer que haciendo esas
cosa, insultar, el sonidito de marras pueden lograr que el jugador se
desquicie, falle o acabe expulsándose. Alguna vez “consiguen “ su objetivo pero otros jugadores se revelan,
se motivan con sentimientos de enojo y ganas de “callar” a algunos.
Siempre he mantenido , allá dónde lo he escrito, que hay racismo
cuando es la propia afición la que define esos gritos a sus propios jugadores.
Eso sí me parece aterrador-obviamente, si lo hace a los suyos, también lo hará “contra
otros”-, aunque son casos más difíciles de percibir salvo que te pille cerca.
Cerca de mí(en una época de asientos no numerados) se sentaban tres-cuatro
elementos que despotricaban de Agassa con tales términos deplorables. Pero también encontramos aficionados que
aplauden(sí, aplauden) a jugadores propios pero insultan al rival con ese gesto
o esa onomatopeya desagradable. De ahí ese “hijoputismo” con el que titulaba el
artículo. Una mala fe desagradable, creerse que “todo vale para ganar” y del que no participo ni participaré.
Entiendo que el jugador está enfadado, comprendo su
situación pero el entrenador debe de hacerle entender con buen tacto que a esa
gente se les gana demostrándoles ser más fuerte y encararse. Que abandonar el
campo-aunque suene duro y lo entiendo- es darles la victoria a unos energúmenos
que no merecen esa situación y sí un rival(porque insisto, al 99% siempre pasa
con un jugador “visitante”) que les devuelva todo el desprecio posible y haciendo daño en el mejor sitio...el marcador.
Apunte. Sí, me he
dejado el tema de la homofobia pero en el que coincidirán mismos “usos”. A día
de hoy, pocos casos han salido en el fútbol masculino, unos cuantos más en el
femenino pero sí ha resonado ese “maricón” a jugadores determinados, aunque
había constancia de tener una mujer por pareja. Incluso hasta un árbitro(aunque
todos sabemos que ya son el pim,pam, pum de todas maneras) ha “recibido” tales
términos. De todos modos, ahí se habla mucho del entorno como razón de
futbolistas que no quieren salir del armario. Yo les recomendaría ver… que el
tema es de vestuario.No es que hagan la vida imposible, es que presiento que no es agradable.