Tengo que reconocer, que mi primer impulso, después de la Gala de
los Oscars, era haber llamado a este artículo “Parásitos”. Pero
quizás, la película que más se adapta a mi estado de ánimo, en
este momento sea “Despedidas”
No me considero una
persona “friki”, o no enteramente friki, pero sí me permito el
lujo, de dar estos bocaditos de cine oriental que, no es que trate
temas muy diferentes, a los que puede tratar cualquier otro tipo de
cine, pero sí lo hace, desde una perspectiva, y una sensibilidad que
lo hace especial.
“Despedidas”, como supongo que muchos de ustedes, no la
conocerán, trata de un violonchelista, que pierde el trabajo en su
orquesta, y se ve obligado a regresar a su ciudad natal, aceptando un
trabajo de funerario, que se ve obligado a ocultar, para no sufrir el
rechazo de su comunidad. Incluso él mismo, en un principio, reniega
de su propio empleo, hasta que comprende, que su trabajo consiste en
devolverle a la familia del difunto, el recuerdo del ser humano que
perdieron.
Algo así, quiero para el Hércules.
Igual, no podemos evitar que descienda; o que desaparezca, pero
quiero que alguien, le devuelva su aspecto “humano”, antes de que
ello suceda.
Durante estos años, de continua autodestrucción, el club que
conocieron nuestros padres, nuestros abuelos, se ha convertido en una
máquina de egos, una casa de intrigas y conspiraciones, en una
máquina de picar carne en el banquillo…y en la grada. Y estoy
harta, y cansada, de sentir que voy sólo a despedirme, a cada
partido que acudo, de un club que ya no reconozco. Puedo asumir que
el club desaparezca, no deja de ser ley de vida, pero no que el olor
a putrefacción corrompa cada rincón del estadio, de la Institución,
que merece algo más, que el final que está teniendo.