lunes, septiembre 16, 2019

Condenado

El entrenador Lluis Planagumà tiene las horas contadas, es una evidencia que se palpa con claridad evidente.Sus decisiones han sido, cada vez, más contraproducentes acabando a un delirio monumental de planteamientos. Lo que eran errores de decisión pequeños durante la temporada pasada se han convertido casi en groseros en este año. Si hace unos meses indicaba que había un Planagumà con marcador a favor(casi “cromo por cromo” en los cambios) y algo diferente con el marcador en contra(aunque es lógico cambiar planteamientos perdiendo, no eran tan exagerados), esta temporada ha sido desquiciante de principio a fin. Cambios de planteamientos sin ton ni son, un mediocentro cambiante-aunque irónicamente, los mejores 45' se han disputado con Yeray, Benito y Alvarado-, decisiones extravagantes cuyo derrame llegó ayer con el desmonte de la defensa y centro del campo para meter pólvora mojada en ataque. O lo más sangrante, sacar a calentar a los tres jugadores de rigor...tras encajar el 0-1 y no al comienzo de la segunda parte.



Reconozco que, sin ser un entrenador que me encantaba, asumía alguna de sus cualidades: si lo miran, la temporada pasada era poco de “señalar” a los jugadores, siendo pocos los cambios si lo hacía mal(a ver, me refiero a un cambio justo después de un fallo grosero), de no cambiar en el descanso o hacerlo casi en el minuto 70. Es cierto que se equivocó en no ver la evolución de la segunda parte ante la Ponferradina pero se le crucificó por parte de algunos aficionados. Lo puedo llegar a entender:cada aficionado tiene un entrenador adentro, tiene sus gustos futbolísticos y el que está en el banquillo “le puede entrar o no”.Sin embargo, a lo que se ha asistido desde junio, desde el pitido final de Ponferrada, ha sido un aquelarre que no me deja dudas sobre lo que pasará con el nuevo entrenador. Como se dice, “si jugamos a ésto, jugamos todos”.



Se ha logrado crear un ambiente desagradable y ya los resultados han terminado de complicar el tema. Si el empate a última hora del Prat hizo daño, lo que pasó el día del Villarreal “B” cuando la ventaja en el marcador(1-0 y fallo de Jona para el 2-0) mutó en 1-2 y una sensación de baño mayor que la del día de la Ponferradina. Ahí empezó a no gustarme como iba el tema del nuevo Planagumà con sus desmontes tácticos. Del día del At. Levante no hablo porque me pillo en Albacete y, por tanto, ni ver ni escuchar el partido pero, vía resúmenes, percibí una misma línea a la que también se añadía la mala suerte en determinados momentos. Por último, ayer. Un partido malo de principio a fin y que tuvo como culminación una decisión final de mucha delantera y ninguna defensa: mucha delantera se estorbaba, poca defensa te aseguraba una contra letal para finiquitar el partido. Será por la edad, pero cada vez me gustan menos los cambios “tribuneros” de quitar a un defensa para poner a un delantero. Si antaño me parecía bendita locura, ahora es una decisión con más desventajas que ventajas.



El tiempo dirá lo que sucederá esta temporada pero el ambiente está cargado aún y lo seguirá estando durante un tiempo. Aunque el entrenador se ha acabado ganando el cese, lo cierto es que el ambiente ha sido irrespirable desde el primer minuto del 1 de julio de 2019 y seguirá así durante más tiempo. La paciencia es un bien que es muy bonito cuando se menciona pero inexistente y, a veces, puede ser hasta conflictivo cuando se ve que otros no lo tienen. Mal asunto.



Apunte. Ya destituido, suena Pedro Munitis. El entrenador cuyo mayor mérito fue ser primero porque se desfondó el Racing de Ferrol, que logró la gesta de no marcar en ninguno de los cuatro partidos de promoción-no es perderlos, es no marcar un gol-, una temporada discreta en Ponferrada y una victoria en el UCAM Murcia...en siete partidos. Si por un mal planteamiento crucificaron a Planagumà la temporada pasada...