El entrenador Lluis Planagumà tiene
las horas contadas, es una evidencia que se palpa con claridad
evidente.Sus decisiones han sido, cada vez, más contraproducentes
acabando a un delirio monumental de planteamientos. Lo que eran
errores de decisión pequeños durante la temporada pasada se han
convertido casi en groseros en este año. Si hace unos meses indicaba
que había un Planagumà con marcador a favor(casi “cromo por
cromo” en los cambios) y algo diferente con el marcador en
contra(aunque es lógico cambiar planteamientos perdiendo, no eran
tan exagerados), esta temporada ha sido desquiciante de principio a
fin. Cambios de planteamientos sin ton ni son, un mediocentro
cambiante-aunque irónicamente, los mejores 45' se han disputado con
Yeray, Benito y Alvarado-, decisiones extravagantes cuyo derrame
llegó ayer con el desmonte de la defensa y centro del campo para
meter pólvora mojada en ataque. O lo más sangrante, sacar a
calentar a los tres jugadores de rigor...tras encajar el 0-1 y no al
comienzo de la segunda parte.
Reconozco que, sin ser un entrenador
que me encantaba, asumía alguna de sus cualidades: si lo miran, la
temporada pasada era poco de “señalar” a los jugadores, siendo
pocos los cambios si lo hacía mal(a ver, me refiero a un cambio
justo después de un fallo grosero), de no cambiar en el descanso o
hacerlo casi en el minuto 70. Es cierto que se equivocó en no ver la
evolución de la segunda parte ante la Ponferradina pero se le
crucificó por parte de algunos aficionados. Lo puedo llegar a
entender:cada aficionado tiene un entrenador adentro, tiene sus
gustos futbolísticos y el que está en el banquillo “le puede
entrar o no”.Sin embargo, a lo que se ha asistido desde junio,
desde el pitido final de Ponferrada, ha sido un aquelarre que no me
deja dudas sobre lo que pasará con el nuevo entrenador. Como se
dice, “si jugamos a ésto, jugamos todos”.
Se ha logrado crear un ambiente
desagradable y ya los resultados han terminado de complicar el tema.
Si el empate a última hora del Prat hizo daño, lo que pasó el día
del Villarreal “B” cuando la ventaja en el marcador(1-0 y fallo
de Jona para el 2-0) mutó en 1-2 y una sensación de baño mayor que
la del día de la Ponferradina. Ahí empezó a no gustarme como iba
el tema del nuevo Planagumà con sus desmontes tácticos. Del día
del At. Levante no hablo porque me pillo en Albacete y, por tanto, ni
ver ni escuchar el partido pero, vía resúmenes, percibí una misma
línea a la que también se añadía la mala suerte en determinados
momentos. Por último, ayer. Un partido malo de principio a fin y que
tuvo como culminación una decisión final de mucha delantera y
ninguna defensa: mucha delantera se estorbaba, poca defensa te
aseguraba una contra letal para finiquitar el partido. Será por la
edad, pero cada vez me gustan menos los cambios “tribuneros” de
quitar a un defensa para poner a un delantero. Si antaño me parecía
bendita locura, ahora es una decisión con más desventajas que
ventajas.
El tiempo dirá lo que sucederá esta
temporada pero el ambiente está cargado aún y lo seguirá estando
durante un tiempo. Aunque el entrenador se ha acabado ganando el
cese, lo cierto es que el ambiente ha sido irrespirable desde el
primer minuto del 1 de julio de 2019 y seguirá así durante más
tiempo. La paciencia es un bien que es muy bonito cuando se menciona
pero inexistente y, a veces, puede ser hasta conflictivo cuando se ve
que otros no lo tienen. Mal asunto.
Apunte. Ya destituido, suena Pedro
Munitis. El entrenador cuyo mayor mérito fue ser primero porque se
desfondó el Racing de Ferrol, que logró la gesta de no marcar en
ninguno de los cuatro partidos de promoción-no es perderlos, es no
marcar un gol-, una temporada discreta en Ponferrada y una victoria
en el UCAM Murcia...en siete partidos. Si por un mal planteamiento
crucificaron a Planagumà la temporada pasada...