Ayer lo soltó sin más, a la pregunta de un periodista, en la rueda de
prensa: “Si todo continúa así, yo lo que quiero es jugar y tener
minutos, si veo que esto no cambia, ya se plantearía algo”. Con esa
frase, Javi Hervás quería abrir la puerta del club en el mercado de
invierno, deseando esa llamada del Rayo Vallecano, el destino que él
deseaba desde un principio para reencontrarse con su “padre deportivo”,
Paco Jémez. Tras un año en blanco en el Sevilla y camino de una
pretemporada en la misma línea, el jugador vio que la opción del
conjunto rayista era plausible mas, al final, el destino giró en
dirección a Alicante.
No voy a negar que ilusionaba su llegada a Alicante. Junto a Font,
serían los cerebros del equipo mientras Sissoko y Yuste serían los
pulmones en el centro del campo. Para acentuar esa sensación, en su
primer partido con el Hércules dio la asistencia del gol de Noe Pamarot.
Sin embargo, no ha conseguido afirmar esa imagen en los siguientes
encuentros. Tras el partido en Las Palmas de Gran Canaria, en el partido
de Copa del Rey, dejó de jugar y no contó más con minutos. Quizás, el
hecho de no realizar pretemporada podía ser un factor que explique su
trayectoria en el que, además, no contó con suerte(por ejemplo, en
Ponferrada pudo salir de titular ante la ausencia de Font, sancionado,
pero tuvo problemas gástricos que impidieron su presencia en El
Toralín). El paso del tiempo ha hecho que el jugador haya perdido el
ritmo de competición que pretendía ganar con la pretemporada express que
estaba haciendo en Alicante.
Mirando por hemerotecas observo un patrón en Hervás que, en sí, poco
me gusta de un futbolista. No soy un crédulo, está claro que los
futbolistas son profesionales que viven de ganar dinero en su corta
carrera profesional. Sí echo de menos una figura que sepa encauzar las
carreras de estos jóvenes valores. Javi Hervás, tan pronto, destacó en
el conjunto de la ciudad califal no dudó en firmar por un equipo (sea el
Sevilla (destino final), sea el Málaga o Real Madrid, otras ofertas que
sonaron en su momento-) sin calibrar que necesitaba más tiempo en el
equipo blanquiverde para llegar más consolidado y con nombre a primera
división. Llegó al Sevilla donde, al final, jugó dos partidos (uno de
Liga, otro de Copa), uniéndose a la inmensa lista de jugadores que
debieron esperar a otro tren que les llegaría igualmente si lo hacían
bien. En sí, a grandes rasgos, le ha pasado como a nuestro Kiko Femenía:
salió demasiado pronto del equipo donde había triunfado. Es entendible,
porque el nombre de un club de campanillas hace creer en sueños que
luego se rompen. La lista es interminable de jugadores que dieron el
salto demasiado pronto y lo están pagando con una carrera por debajo del
equipo inicial de origen.
Otro tema que me deja con un mal sabor de boca es esa reclamación de
más minutos o la salida en invierno. Es normal que los jugadores quieran
jugar más pero ese órdago a un entrenador suele acabar mal si esa
energía no se muestra en los entrenamientos y en los partidos. Porque lo
normal, salvo circunstancias extradeportivas (sanciones múltiples) es
que el entrenador acabe por darle por perdido y en un ostracismo
merecido. Al final, un chaval joven de 24 años perdiéndose por no tener
la debida paciencia y el saber que el puesto se gana sobre el terreno de
juego pero se puede perder, en segundos, por unas palabras
desafortunadas.
Apunte Independientemente del hecho de llevarse adelante o no, la decisión del columbario es llamativa pero no novedosa, pues son varios los clubes que ya disponen de ese espacio memorial. Llamativa por la facilidad de crear chistes de esta historia.