martes, julio 09, 2013

El negocio y el romanticismo en el fútbol.


Una conversación en twitter bastó para inspirarme para este artículo sobre el negocio y el romanticismo en el fútbol. Partamos de la primera y fundamental premisa: el negocio está en las oficinas, el romanticismo en las gradas. Es evidente remarcarlo porque ese cariño por el club es el que hace que muchas personas sacrifiquen otros ocios por sacarse el abono para una grada para ver a una serie de futbolistas vestir las camisetas de su equipo.

En sí, debería ir más allá. Todo viene por el asunto David Cortés y su marcha al Real Zaragoza cuando tenía un pacto para renovar. Su salida en dirección hacia Zaragoza tuvo una reacción súbita y crítica entre los aficionados. Personalmente, me alegra que se vaya Cortés, nunca me gustó su actitud en la segunda vuelta de la temporada del descenso a 2ª(vergonzoso ese partido ante la U.D. Almería donde la banda derecha era un colador). Quizás el único reproche es que esa persona no tenga palabra y, si dice que se queda, no se puede marchar al primer canto de sirena, lloriqueando por las esquinas, diciendo que no se siente “valorado”(¿se habrá enterado de la situación en la que está el club?). Es, en este punto, donde hay que separar al profesional que sólo se debe a su carrera de deportista...de la persona que promete una cosa y no la cumple.

Salvo algún que otro iluso, muchos aficionados sabemos que un jugador firma por un equipo para rendir en conjunto pero, también, buscando su propio interés(ese “trampolín” que muchos jugadores piensan y pocos, arriesgados, comentan en la presentación con su nuevo club). Que lo normal es que si a un jugador de 2ª División le dicen que todo un Real Madrid Castilla está colado “por sus huesos”, quiera ir allí porque estaría con alguna opción de jugar en todo un Real Madrid. Otra cosa, es que un aficionado piense que sería un error, como han hecho muchos futbolistas que oyeron cantos de sirena...y nueve de cada diez vieron su carrera parada en seco.

Ahora bien, también creo en una especie de romanticismo de los jugadores en ciertos casos: jugar en el equipo tras subir desde categorías inferiores del club, haber tenido un especial feeling con la grada desde el principio, lo que hace que, normalmente, vuelvan a estar en una segunda o, incluso, tercera etapa(a veces, ya como entrenadores), jugadores que, abiertamente, indican que nunca jugarían en el eterno rival o que muestran, de verdad, su aflicción si marcan un gol en el estadio donde dieron tardes de éxito, quizás con el deseo, interno, de seguir teniendo las puertas abiertas para su regreso. El aficionado entiende, a las claras, que un jugador es profesional, “la vida deportiva es corta” pero también necesita que no le tomen el pelo: por ejemplo, jugador que besa el escudo y, dos semanas después, se va a otro equipo. Hay ciertos detalles que un futbolista(o deportista) debe evitar para no generar una reacción airada contra él por parte de la afición(bajón de rendimiento deportivo cuando se sabe que puede dar más de sí, reproches a la grada durante el partido, etc).

Lo que sí tengo claro es que las cosas no han cambiado y que siempre habrá jugadores profesionales y jugadores que sí acaban sintiendo cierto aprecio por los colores que visten. Esos serán los que, además, logren convencer a la afición que desean tener las puertas abiertas para el regreso...cual indiano, a prestar ayuda si hace falta.

Apunte No voy a negarlo pero la desaparición del Club Balonmano Neptuno(con los colores y el nombre de Atlético de Madrid) me genera cierta satisfacción tras ver como se permitía la salida del equipo de Ciudad Real y dejar a los manchegos sin su equipo. Justicia divina.