Con la absurda e innecesaria creación de ese "invento" llamado S.A.D. las consecuencias no tardan en venir. Así se acabó con un sueño llamado clubes deportivos; no es que fueran éstos la panacea pero supusieron menos inconvenientes que una fórmula, la de las S.A.D., al que muchos auguraban que iba a suponer mejor gestión de los directivos, invocándose responsabilidad de sus componentes en la directiva. Sin embargo, la tozuda realidad mostró una retahíla de equipos que seguían haciendo cola para pagar a sus jugadores un 31 de julio cualquiera, signo inequívoco de que la gestión no ha mejorado como se deseaba. Y eso que de un club a una S.A.D. no hay más diferencias que las formales, que las que identifican una forma societaria(SAD) de una asociación deportiva; a pesar de dichas diferencias, los principios básicos en los que se mueven ambas formas son los mismos: maximización del beneficio, que los gastos no sean superiores a los ingresos, es decir que no se desboque el gasto. Sea, por tanto, una S.A.D. o un club de fútbol, la gestión de los ingresos y los gastos hubiera sido la misma.
Las S.A.D. trajeron consigo una serie de "sujetos" que invocando su dinero compran equipos sin apenas sentimientos por ellos. ¿Acaso Piterman hubiera entrado hace unos años en Santander si no hubiera existido previamente la elección de los socios?. En el caso del Hércules, mucho sufrimiento nos habríamos ahorrado; quizás Solano o Fernando Andrés sería presidente, pero también lo podría ser el mismo Ortiz, pero seguro que no lo serían ni Roig ni Asensio, en su día.
La vuelta de tuerca que ahora se nos ofrece es peliaguda y tener efectos que la propia SAD trataba, en vano, de evitar desde su entrada en vigor: el papel de las AA.PP. regionales, provinciales o locales en el día a día del club. Con la "opción" de vender plaza como en la NBA permitiría que cualquier máximo accionista, desvinculado de la ciudad y del club, afectivamente hablando, vendiera la plaza y dejara a la afición sin equipo. Ello obligaría a las instituciones públicas a "rescatar" a los clubes, con el gasto consiguiente, asegurándose que dicha S.A.D. siguiera en la ciudad. Todo hasta el siguiente capítulo: cerrar las competiciones profesionales, como en su día solicitó de forma algo infame el presidente del Alavés.
Apunte Salvo sorpresa, allá por finales de julio, las instituciones jurisdiccionales-deportivas italianas han decidido el descenso de Juve, "Fiore", Lazio y la permanencia del Milán, además de diferentes penalizaciones. Si el propio abogado de la Juve accedía a que el equipo jugase en la serie B, el caso no tiene dudas de su gravedad. Al final, los italianos han querido "limpiar" su fútbol. ¿Lo hará España alguna vez? Todo parece a que no.