jueves, septiembre 10, 2015

La otra cara de la reforma

El pasado domingo fue un día en el que el supuesto diluvio, anunciado por la meteorología, acabó cayendo sobre el equipo blanquiazul. Tras unos veinte minutos buenos(tampoco tan espectaculares como se ha llegado a leer) el equipo filial acabó haciéndose con el mando y con contras bien armadas acabó fulminando al conjunto entrenado por Manolo Herrero. Otro diluvio menor le cayó a Portillo y que, creo, irónicamente, le “salvó” de salir del terreno de juego por mucho que Herrero dijera que quería jugar con dos delanteros. Y es que, personalmente, creo que era un cambio de cromos en la delantera y sólo el griterio de la grada le hizo ver el aquelarre que podría provocar si anunciaba la sustitución de Portillo. A favor de mi teoría está el hecho de que la temporada pasada ya era habitual el cambio durante el partido de ambos delanteros, jugando ambos al mismo tiempo en escasas ocasiones.

Pero el tema era otro. La lluvia persistente a lo largo del día del domingo(aunque frenó a a última hora de la tarde) dejó la típica estampa en las gradas con la humedad esperada y que se acentuó en gradas cubiertas donde los pilares y vigas de zanca(las que sostienen las gradas) parecían, por zonas, una tenue cascada. Aparte de los habituales charcos de goteras procedentes de la grada mundialista. Dejó otra vez unas dudas que se magnificaron con el asunto del partido de la selección española contra la de Inglaterra, a mediados de noviembre, con las posibilidades de un día lluvioso que deje en evidencia el estado de un estadio, desde las gradas hasta el marcador, que dejará una imagen mala salvo milagro en forma de arreglo.

Esas dudas tienen que ver con la reforma del estadio en 2010 y que, entre otras labores, debía de arreglar el tema de la impermeabilización de las gradas por el problema de las filtraciones que sufría el estadio, además del cuidado de la estructura del estadio, de más de cuarenta años. Algunas imágenes daban por hecho que esa parte de reforma no se había llevado a cabo como se podía ver.

Sin embargo, hay otro tema que se olvida y que es lo que he llamado “la otra cara” y es que un estadio requiere de un constante mantenimiento y no de forma puntual, casi más cara. Se realizara o no esa reforma en 2010, la verdad es que estamos en 2015 y ese tema pudiera estar dando gritos para otra labor un lustro después.

Las goteras son un mal endémico de este estadio por el tema de la dejadez que suele haber pero no es específico del Rico Pérez y Alicante. Hasta el estadio de Brasilia, con 371 millones de coste, las tiene. Aún en el recuerdo estaba la catarata de goteras en el Estadio Olímpico de Barcelona tres años antes de los Juegos Olímpicos y que se hizo mundialmente famoso en una competición de atletismo en 1989. Aquí, en Alicante, las goteras del Centro de Tecnificación-recién estrenado- durante la celebración del Mundial de Gimnasia Rítmica de 1993 también nos dejaron la imagen maltrecha.

Con ese tema es peligroso jugar. El  Atlético Baleares se ha quedado sin jugar en su estadio por un problema que lo ha llevado a la ruina física(http://www.futbolbalear.es/2014/11/27/el-estadio- balear-apunta-a-derribo/). También el estadio Rico Pérez se las ha visto con el tema de los cascotes que cayeron en Tribuna o el pequeño conato de incendio durante un partido del Alicante Club de Fútbol, por no olvidar de la caída de la estructura de focos de una de las torretas de iluminación.Hay, incluso, juego de vidas humanas como para seguir jugueteando con este tema que debía formar parte de los dirigentes del club, pasados, presentes y futuros. Pasados, porque el tema del estadio también afecta a los trece años que fue “municipal”; presentes, por los directivos actuales y futuro por los nuevos que vendrán y que, al parecer, tendrán el estadio dentro del “paquete”.


Apunte. Cuatro puntos, un gol a favor y cuatro en contra  no son unos buenos números para ese ansiado primer puesto. Llamativo es halagar a los dos porteros y, siete días después, despreciarlos porque se ha encajado siete goles en los que buena parte de culpa es del resto de compañeros que, en su momento, no han defendido bien la jugada.