domingo, marzo 18, 2007

Mal menor

El gol de Moisés tiene, hoy por hoy, un gran valor. Sí, es un punto lo que se ha logrado, nada en comparación con el premio de tres puntos por ganar, pero ha conseguido librar el peso doloroso que suponía la derrota ante el Castellón: no ha permitido a los orelluts recortar la distancia con los blanquiazules y no se ha perdido el goal-average particular con los blanquinegros. Eso no quiere decir que se haya conseguido la salvación pero sí dar un respiro aunque el encuentro del Salamanca coge un peligro mayor pues, sinceramente, se contaba con la victoria ayer y colocarse en 40 puntos daba algo de tranquilidad para afrontar ante los charros un encuentro para olvidar todo riesgo. El encuentro dejó otros aspectos que preocupan: un portero que no inspira confianza a la defensa y, sobre todo, a la grada debido a que se sienten los murmullos detrás del cogote de Falcón y eso alienta a una mayor inseguridad- no está siendo nada fácil superar la ausencia de Aragoneses-; la guerra por su cuenta que se observó en cada uno de los atacantes herculanos cuando las cosas estaban mal delatan un nerviosismo que no permite dar con la solución. Los dos empates últimos se han logrado tras quedar el rival en inferioridad numérica.

La pena es que, al menos, los de Uribe intentaban dar el golpe desde el principio: Kike Mateo, Sendoa,Tote y Calandria salían en el once inicial con la intención de ponerse por delante. No se tenía el control del balón- no hay nadie que lo haga en este equipo- pero se veía que si el balón llegaba a pies de los jugadores ofensivos se podía hacer daño. Al cuarto de hora se lograba el 1-0: se había dado el primer paso para la victoria que era ponerse por delante. Seguían los mismos parámetros y se estaba más cerca del 2-0 que del empate. A los 25 minutos se daban dos hechos que determinaban el encuentro: Natalio, que era forzado a jugar a pesar de no haber entrenado en toda la semana, se tenía que retirar; en la siguiente jugada, el balón entró en la portería de Falcón tras disparo de Nákor y desvío de Sergio Fernández. De ahí hasta el final de la primera parte poco que decir: desquiciamiento y posterior arrebato de ataque en los últimos minutos de la primera parte. En la segunda, el 1-2 subió demasiado rápido en el marcador: Antonio López, a los tres minutos de la reanudación, se burlaba del pobre Turiel y fusilaba a placer al cancerbero herculano. Los nervios se apoderaron del once herculano que veía en Oliva a un gigante que impedía, sin mucho trabajo, que el empate se lograra. Hubo instantes del encuentro en que el 1-3 estaba más cerca que el empate pues se buscaba la espalda del mediocentro reconvertido a central por la lesión de Urbano. A falta de un cuarto de hora, el Castellón dijo basta y se limitó a evitar los ataques herculanos. En el minuto 83, el colegiado expulsaba a Dani Pendín- jugador que ya había anunciado en la previa lo que se jugaba en este encuentro- tras la segunda amonestación que recibía después de la primera en el cuarto minuto de juego. La falta, brillantemente ejecutada por Albácar, supuso el tanto del empate al peinar Moisés el balón y desviarlo lo suficiente para que Oliva no pudiera evitar el empate. Quedaban 10 minutos para el final del encuentro. Entonces, como si tocara a arrebato, con más corazón que sentido común, se intentó marcar el 3-2 espoleado por la afición que, tras el gol, se levantó del letargo. A pesar de todo intento de batir al portero castellonense, la única ocasión de verdad fue el disparo de Albácar que Oliva salvaba en el último instante. El linier de la banda de preferente terminó por desquiciar con fueras de juego inexplicables. Ahora queda aprovechar el encuentro ante el Salamanca porque no es cuestión de complicarse la vida.

Apunte El meta Oliva siguió demostrando una cualidad en él: tiene una capacidad innata de "tocar las narices" al personal. Lo del episodio de ayer con el cordón de las botas se une a capítulos como sacar de puerta de forma muy metódica o sacando desde la esquina del área pequeña que no correspondía y , por tanto, ser llamado a la atención por el árbitro o cualquier estratagema para perder tiempo.